Las cinco figuras miran directamente a los ojos del espectador. El padre de familia ocupa el centro del espacio y con ambos brazos parece proteger a su mujer y a una de sus hijas y, de alguna forma, extender esa protección hacia nosotros. Repentinamente rejuvenecidos, todos exhalan seguridad en sí mismos, hasta placidez, aunque aquel tiempo no estaba a salvo -ninguno lo está- de convulsiones y tragedias.

El pintor Antonio ópez ha tardado veinte años en finalizar su esperado retrato de la familia real española. El retraso ya ha dado lugar a multitud de chistes y hasta ha provocado una justificación bienhumorada del propio artista ("no piensen que soy un vago", ha dicho). Pero la demora también ha obrado un prodigio: nos ha devuelto, a través del túnel del tiempo, la imagen de un país que ya no existe, que ha abandonado las convicciones que antes lo sostenían, entre ellas la de una jefatura del Estado en la que se podía confiar por difíciles que fueran las circunstancias. Y entonces lo eran. El paro alcanzaba registros históricos -aunque luego superados- y el terrorismo etarra todavía sembraba la muerte y el miedo y competía con los casos de corrupción política para acaparar las portadas de los periódicos. Pero aunque los cimientos se moviesen, el edificio permanecía en pie.

Dos décadas después, todo ha cambiado. O peor: aquello nunca ocurrió. Nunca hubo monarcas heroicos y conscientes de su deber de guiar a un país desde la dictadura a la libertad, sino privilegiados y oportunistas con buena prensa; tampoco políticos con visión de Estado, solo corruptos y traidores a sus ideales; los pactos eran simplemente una componenda; ni siquiera hemos tenido auténtica democracia, nada más que un cambalache al que todos se prestaron de manera vergonzante. a Transición ha pasado de tótem a tabú sin que apenas nos hayamos dado cuenta. Si antes se ocultaban los pecados, hoy se niegan los méritos. No es que los servicios prestados no sean suficientes, es que jamás los hubo. os reyes del retrato de Antonio ópez nos miran desde más allá del pasado: para muchos españoles esos metros de tela forman parte del mito. De hecho, ese retrato no existe.

*Redactor de E DÍA