Finales de 1999 o tal vez comienzos de 2000. Paquito D''Rivera y su quinteto encienden la gélida noche lagunera con una de esas potentes descargas de jazz caribeño características del saxofonista cubano. En pleno éxtasis, una voz surge desde las primeras filas: "¡Paquito, toca Hasta siempre, comandante!". El músico, exiliado de su país desde 1981, parece desconcertado. Uno -al que la vergüenza ajena ha hundido en lo más hondo de su asiento- teme que se le caiga el saxo al suelo. Luego Paquito reacciona. Con el mismo humor que ha demostrado durante toda la noche -escucharlo perorar entre canción y canción es casi tan divertido como oírlo tocar-, mira al vehemente pero desorientado seguidor y le dice: "Hasta siempre no; hasta nunca". Y, tras recordar que "eso ya quedó atrás", sigue a lo suyo.

En esta tierra, la adhesión a la revolución cubana siempre ha ido en paralelo a la devoción por algunos de los artistas procedentes de la isla antillana, en especial por aquellos más identificados con el régimen. Silvio Rodríguez y Pablo Milanés -este último hace tiempo distanciado del oficialismo revolucionario- han tocado aquí con frecuencia y han sido recibidos con un fervor que normalmente se reserva a los ídolos juveniles, no solo por su enorme talento, sino también por la conexión ideológica y emocional con una causa en la que muchos sentían que se jugaba el destino de la decencia humana. Puede que ello también explique que en algunos municipios de Tenerife sea más fácil encontrar un cantautor que un guardia urbano.

El revolucionarismo por simpatía y desde la distancia ha ido menguando con los años y a la vista de la evidencia de que un régimen que reprime las libertades e impone un modelo de sociedad surgido no del acuerdo entre los ciudadanos sino de una utopía de laboratorio tiene que terminar en un rotundo fracaso.

El restablecimiento de relaciones entre Cuba y EEUU es una buena noticia de la que parece alegrarse una gran mayoría tanto dentro como fuera de la Isla. No supone el advenimiento de la democracia, ni siquiera el fin del bloqueo. Pero puede que en unos años todo esto llegue y que la próxima vez que alguien pida una vieja canción revolucionaria a Paquito, este sonría con indulgencia y acceda.