Y ya se fueron otras Navidades. Lo digo con alivio y también con agradecimiento. Después de todo, no han sido tan graves como me vaticinaba a mí misma antes de que empezara todo este cuento de invierno. Las fechas señaladas se han ido sucediendo al margen de lo que uno esperaba o no; indiferentes a mi ansiedad o a mi tristeza; inexorables y tontos por igual, los días han pasado con distintos nombres; uno tras otro se han sucedido hasta llegar a hoy, 7 de enero de 2015. Como dirían la antiguas copleras... ¡y parece mentira!, pero todo es un suspiro. Y es verdad. La vida en sí es un suspirito de esos que cuando uno los lanza al aire se queda suspendido como una larga y contradictoria interrogación que nadie admite.

No sé... Me sabe mal, ahora que todo ha pasado, andar dándole vueltas al tema de la Navidad... Que si ya no es como antes (como si en realidad hubiera algo que permaneciera intacto), que si la soledad en estas fechas se crece como un enano con zancos, que si uno ve a tanta gente que no tiene nada o casi nada y se le cae el alma a no sé dónde (mucho más lejos que a los pies, que esos me los veo yo aún nada más bajar la mirada), que si las ausencias se respiran de otra forma (tal vez las oxigenemos demasiado), que si la ciudad se convierte en una especie de viñeta que cobra vida tan solo para consumir escaparates... que si patatín... que si patatán... Qué más da ya, eso es periódico de ayer, que dicen los salseros.

Lo único cierto es que al margen de las fechas que nos marcan los calendarios, y que unos aceptan gustosos y otros mastican y tragan con mucha dificultad, el tiempo se sucede como un enorme paréntesis (que luego resulta ser pequeñísimo) que uno ha de rellenar con algo. Ese relleno, esa crema pastelera, ese hojaldre, esa nata, ese chocolate, esos sabores dulces o amargos, esos bocados somos nosotros mismos.

Ayer fue un día amable. Tal vez porque cuando algo que temes acaba parece más dulce, más benévolo. Tal vez porque estuve abrigada por mi gente, y di y abrí paquetes que contenían mucho amor, tal vez, porque una vez más, me sorprendió la sencillez de la alegría.

* Redactora de EL DÍA