Aún me pides que te arrope, que me quede un rato en la cama antes de ir a dormir. Sé que durará poco. Que los años de superhéroe se me acaban. Tú te esfuerzas en negarlo. Dices que siempre seré el hombre de tu vida, que no puedes imaginarte sin mí e incluso te enfadas hasta casi llorar cuando no aguanto más y en medio de tus precoces planteamientos, me río. Te pido perdón por hacerlo.

Tienes apenas 10 años y tus conversaciones, también tus gestos e incluso tu cuerpo, se van haciendo mayores. Posees la inteligencia de tu madre, también sus torpezas y te expresas con soltura. Son las doce de la noche, pero mañana será domingo. No te importa la hora, a mí tampoco, y mientras nos refugiamos debajo de las sábanas, es un gesto instintivo para buscar un refugio donde nada nos moleste, me hablas de tus sueños de vida. Sí, los tienes. Quieres cuidar delfines, nadar entre ellos, ser una mujer libre. Nunca llego a entender qué es eso de ser "libre" en un mundo de niñez, pero prefiero no preguntar. Me gusta escucharte sin interrupciones. No te cuesta cambiar el relato para reconocer que detestas a la maestra de inglés, te repatea la asignatura de música, que no entiendes por qué tus compañeros de clase piden móviles a los Reyes Magos (yo tampoco lo entiendo...) Luego paras, sin más, y me besas. Buscas mis manos para apretarlas, para sentirte segura. ¿Sabes?, me gusta que lo hagas. Esas noches siempre acaban igual: te das la vuelta, agarras a Estela (tu tortuga de peluche) y duermes.

Solo escribo para decirte que te estás haciendo grande. Enorme. Todo ha sido demasiado rápido. Pero no me duele. Siempre he sabido que en el fondo eres algo "prestado" con la obligación de ayudarte a crecer hasta ser una buena persona, que un día me dirás adiós y marcarás tu propio camino... Bueno, no. Es mentira. Ahora que no me lees, voy a reconocer que me cuesta horrores aceptarlo.

Quiero devolverla a la cuna, allí donde comenzó todo y detesto pensar que seré el hombre mayor al que visitará cada domingo. Hoy, incluso hoy, me despierto a las dos o a las tres de la mañana para ver si todo va bien. Me acerco a la cama, la miro, respira, le saco el pelo de la cara, dos besos y me vuelvo. Siempre ha sido así...