Intuyo que la burla debe ser un comportamiento bastante antiguo. Ciertamente no me aventuro a precisar en qué capítulo de la evolución humana pudo haber surgido este gesto, pero resulta evidente que desde aquellos orígenes primarios ha ido evolucionando hacia categorías tan sobresalientes, elevadas incluso al rango de verdaderas artes, como son la ironía o la sátira. La literatura en lengua española ofrece destacados exponentes de quienes cultivaron con maestría y enormes dotes de imaginación tan particular género (acaso Quevedo con su acerada pluma representa el ejemplo más reconocible), referentes de quienes adaptándose a los tiempos y las circunstancias encontraron en la base del humor y sus apéndices la manera más apropiada y directa para expresarse. En el siglo XIX, las revistas satíricas, que por medio de ilustraciones superaban el obstáculo que el alto nivel de analfabetismo de la población suponía para hacer llegar con claridad sus mensajes, dibujaron un espacio propio y descubrieron las posibilidades de una herramienta poderosa que no tardaron en utilizar como "arma" arrojadiza desde rivales políticos, contrarios o cualquiera que quisiera hacer visible su oposición.

Ahora, y llegados a las sociedades que se proclaman libres, no parece que lo satírico haya encontrado su lugar. Basta dar un ligero repaso a la nómina de publicaciones que, a pesar de la decidida valentía de sus editores y trabajadores, no resistieron la incertidumbre de eternos procesos judiciales, los secuestros de números críticos, las presiones de los poderes económicos, el agotamiento de un modelo escasamente rentable..., para concluir en que quizá la libertad de expresión siempre va a estar sujeta a luchas y seriamente amenazada.

Por eso, ante esa insistente voz unánime que rechaza y condena la agresión mortal sufrida por las víctimas del ataque a la revista Charlie Hebdo, y que señala con dedo acusador al terrorismo islamista, prefiero hacer un aparte entre tanto ruido y cuestionarme hasta dónde es capaz de deletrearse la libertad de expresión en este país.

Y es que a la vista de la portada que retrata a esta sociedad, cada vez estoy más convencido de que representa una caricatura de lo que alguna vez pudo llegar a ser.