Los encuentras en cualquier lado. Te adelantan por las aceras, se bajan al asfalto. Dan dos "pinchos", esquivan farolas, se suben a un banco en la calle y al bajar notas que aceleran. Sudan. Mucho. Llevan el aliento agitado. La boca toda abierta. La cara "agrietada". Van solos, también en grupos. Zarandean la cabeza de izquierda a derecha. Sufren, pero siguen. No se conforman con caminar. Corren.

Llevan tenis de colores. Unas medias que alcanzan las rodillas y una botella de agua sujeta a la cintura. Doblan al final de la calle y reducen la zancada para comenzar una subida. Unos tienen barriga cervecera, a otros se les ve "planos". Adolescentes, jóvenes, maduros, el querido, tu jefa, la mía, el vecino, calvos, melenudos... Paran. Ponen la mano en el cuello para calcular pulsaciones. Suben una pierna al muro. Agachan la cintura. Se agarran la punta de un pie con la mano. Respiran fuerte. Estiran. Agota solo verlos. Parece que acabaron. No. Error. Se recolocan las cintas que les tapan la frente y recuperan la marcha después de las dos primeras zancadas.

Pasaron dolor. El principio no es divertido: las rodillas estallan. Los pulmones golpean la traquea a los cinco minutos. Ellos también se "arrastraron". Tuvieron agujetas. Se marearon. Odiaron salir a correr, pero sobrevivieron. Otros abandonaron. Son la resistencia. Se multiplican. Los mantiene el reloj. Calorías, distancia y segundos. Sí, el tiempo. Esa gente extraña vive pegada a su ritmo. Sientes que hablan solos. Obsesión. Calculan los kilómetros por minutos. No les interrumpan. Lo detestan. Viento, frío calor, de noche, de día... No quieren dejarlo.

Lo hacen por placer. Nadie los empuja. Dicen que así son felices. Que es una forma de vida. Un compromiso con uno mismo. Tienen casa, mujer, hijos, coche... sí, son como nosotros. Iguales. Comenzaron a trotar para bajar de peso, olvidar a su ex, quitarse el estrés del trabajo, restarse años, hacer mejor el amor... tuvieron disculpa. Ahora es un enganche. No lo pueden dejar. No son capaces. Tres días sin salir de casa y se muestran incómodos. Malhumorados. Odiosos.

Hablan de geles, de sales, de la fascia lata. Parecen tener un lenguaje propio... ¿por qué corren?