ebrero está a la vuelta de la esquina. Se va el primer mes de 2015 y con él parte de los deseos que juramos cumplir la noche en la que nos comimos las uvas. A estas alturas de la película más de uno/a ya se habrá olvidado de la promesa de aprender inglés, de dejarse algunos kilos en el gimnasio o de llevar a buen término la enésima colección de jarrones de porcelana china -no hace falta avisar de que se trata de unas réplicas- que anuncian en televisión. Por cierto, estoy hasta las narices de los antigripales. ¿Qué hemos hecho, al margen de trancar todos los virus sueltos que se propagan por el aire, para que nos vuelvan locos de la cabeza con el ácido ascórbico, la fenilefrina o el destrometorfano? Y es que leer el prospecto de un medicamento es igual de complicado que intentar averiguar por dónde van a tirar los chicos de Syriza de Alexis Tsipras. De momento, sabemos que el Doctor House (Hugh Laurie) le envió un tuit de felicitación al nuevo primer ministro heleno.

Ocho ministerios menos (todos encabezados por hombres), duplicar el salario mínimo hasta los 751 euros y luz gratis para 300.000 hogares. ¡A este paso, en tres semanas, a Grecia no la va a reconocer ni la madre que trajo a este mundo decadente a un hijo que sostiene entre sus brazos como si fuera La Piedad de Miguel Ángel!

Syriza es la primera gran tormenta política de 2015. Se avecinan más, pero mientras algunos/as se aprovisionan de bufandas, calzoncillos y fajas térmicas, gorros, guantes y demás complementos contra el frío, el honorable Jordi Puyol (otrora Yoda, en "La Guerra de las Galaxias") trata de convencer a su señoría de que él solo tenía una "hucha" en la que metió una pequeña herencia familiar para que su mujer y sus correspondientes descendientes tuvieran una vida algo más placentera. Leyendo y escuchando testimonios de personas que hacen auténticos malabarismos para derrotar a la crisis es normal que los ciudadanos se tronchen de risa cuando oyen "yo, sigo...", muletilla diseñada para la diversión (Joe Rígoli) que más de uno empieza a ver como una especie de tortura mandarina. Yo sigo pensandoque hay pueblos que saben a desdicha. Se les conoce con sorber un poco de su aire viejo y entumido, pobre y flaco como todo lo viejo. ¡Rulfo lo tenía claro!

* Redactor de EL DÍA