Hay que tener un objetivo. Cierre los ojos y busque uno. El que sea. En eso consiste la vida. Me vale que esté por encima incluso de sus posibilidades. Sin ser irreal, pero tiene que ser complejo de alcanzar. Que cueste lograrlo, aunque a la vez pueda parecer simple. ¿Lo tiene? Ahora busque papel y bolígrafo. Escríbalo.

Mucha gente, quizás una mayoría, piense que ya es suficiente con no pasar hambre ni frío. Que en los tiempos que nos tocó vivir, con la crisis económica que se lleva a miles de familias por delante, tener comida para nuestros hijos es el mayor de los retos. No le voy a quitar la razón a nadie. Ni siquiera lo intentaré. Me aburre hacerlo. Pero la supervivencia no es suficiente para alcanzar la satisfacción. Me resisto a creerlo. En el interior, aunque sea guardado en la caja fuerte de nuestra alma, debemos mantener una meta egoísta, a la que agarrar para sonreírnos. Y tampoco hay que contarla...

La mayoría vivimos con un plan establecido. Nadie nos lo impuso, pero lo tenemos. Y nos quita todo el tiempo. Hasta el último suspiro. Es agotador. Tan solo esperamos al fin de semana (dos días de siete), para "respirar". Es una dinámica casi constante desde que nos levantamos hasta que volvemos a la cama. Y, entre medio, tratamos de ser felices. Ayer (yo solo pienso estas cosas los domingos), llegué a la conclusión de que el ser humano, como sociedad, se equivocó en el diseño de su vida. Se empeñó en rellenar cada hora, hasta crear un rol que nos atrapa a todos. Y sí, nos hace menos libres. A mí, por ejemplo, me gusta sentarme en cualquier banco público, ver personas pasar y crearme historias de cada uno de ellas. Lo hago desde pequeño. ¡Si yo les contara! Y prometo que me cuesta tener tiempo para hacerlo.

Por eso hay que tener un plan. Algo diferente. Un pensamiento interior que nos mueva. Que aunque sea mentalmente, nos saque del laberinto en el que hemos metido nuestra existencia. Ya les dije que tiene que ser un reto grande, aunque la grandeza depende de cada individuo. Lo más sencillo para unos puede llegar a ser grandioso para otros. Los ejemplos más comunes pasan por dejar de fumar a bajar de peso, aprender a nadar a los 50, acabar una maratón cuando uno lleva años sin vestirse de corto, tener un amante, aprender a tocar un instrumento... Los hay más difíciles hasta llegar incluso a tener los bemoles de dejarlo todo por cambiar de vida. Da igual. Cuando lo decida, búsquelo. Apriete los dientes y vaya a por él. No deje que la monotonía de la vida le arranque la sonrisa. Merece la pena intentarlo.