Nunca había visto a un alcalde delante de un juez. Entré en la pequeña sala, me senté en la última fila y saqué el libro de notas. Marín nunca me cayó bien. El sentimiento, para qué mentir, es recíproco. Él piensa que soy injusto, que al trasladar a la opinión pública su contrato con Gestión del Medio Rural fui cruel; y yo creo que su forma de hacer política diferencia entre buenos (los suyos) y malos (el resto). Esos son los antecedentes. Se lo cuento (a usted que lee) porque quizás el relato pueda estar influenciado por la subjetividad de lo vivido.
El fiscal era joven. Un chico tan atractivo (mucho) como impulsivo. De los que refuerzan cada frase con movimientos intensos de sus manos. Se tocaba bastante la cara y preguntaba con agresividad. Sí, intimidaba. Acusó con firmeza a Marín de falsificar un documento. Y de hacerlo a sabiendas. Y tiene razón... Mentalmente, me fui de la sala. Ya casi no escuchaba lo que allí se decía. A veces me ocurre. Oigo solo murmullos y me traslado en el tiempo. ¿Será una enfermedad? Lo hago desde que mamá me echaba la bronca antes de lanzarme la chancleta.
Me situé en el despacho del alcalde. Él con semblante de superioridad, los pies sobre la mesa y un “venga, vamos a firmar, que se hace tarde”. “La obra no acabó aún, pero decimos que sí”. Y es que Marín es de esos regidores (y hay unos cuantos) que después de años en una institución, se creen que saben de todo más que nadie. Están por encima del bien y del mal. Ni ley ni nada. Lo hago por mis dos testículos.
“Regreso” a la sala. El abogado defensor dice que a Marín “no le dio tiempo de leer lo que firmaba”. La secretaria accidental lo confirma: “Son muchos papeles en el mismo día”. Sí, debe ser eso. A veces hay gente que se cree que el resto de los mortales somos imbéciles. Dos días después el alcalde lo desmiente públicamente: “Lo volvería a hacer”. Su letrado monta una estrategia, “no está demostrado que supiera lo que firmaba”, y él se encarga de desmontarla. Es así.
El juez observa, mientras el fiscal mantiene su pena: 3 años y 3 meses de cárcel más “medio saco” de años inhabilitado. Me quedé frío. “¡Te pasaste!”, pienso. Una cosa es que el exregidor deba abandonar la política para siempre, que es lo mejor para todos (incluso para él), y otra que vaya a prisión. No metió la mano en la lata del gofio. Nada de lo que hizo fue para enriquecimiento personal. La obra se acabó. Justificó la inversión.... ¿Es un “cara”?, sí. ¿Va de sobrado?, también. Pero no es un delincuente. Eso no. Si la justicia es justa, “Juanra II” del Valle no debe dormir ni un día a la sombra. Ni uno solo. Eso es para otros. Para los ruines.
*Redactor de El Día