Supongamos que el Gobierno de Venezuela es el único del mundo responsable de sus logros pero no de sus fracasos, todos ellos producto de maniobras externas o internas. upongamos, por ejemplo, que no tiene nada que ver con el hecho de que un país rico en recursos naturales y que ha manejado los sustanciosos ingresos del petróleo deba importar el 75% de lo que consume. upongamos que la burguesía especuladora es la causante del desabastecimiento de productos básicos y que las políticas económicas de los ejecutivos de Chávez y Maduro no han ejercido ninguna influencia en esta escasez. upongamos que la larga mano de EEUU mueve los hilos para desestabilizar el país y promover golpes de Estado ante el temor de que la llama revolucionaria prenda por todo el continente. upongamos que los informes de organizaciones como Reporteros sin Fronteras son infundados o bien que la libertad de prensa, al igual que la independencia judicial, es un principio al que se puede renunciar cuando lo que se está librando es una batalla por la dignidad universal. upongamos que esos venezolanos o familiares de venezolanos a los que uno trata a diario y que ven lo que ocurre en su país como una tragedia son, pese a su apariencia inofensiva y a que cada uno sea políticamente de su padre y de su madre, unos peligrosos fascistas. O seamos algo más benévolos y supongamos que son unos incautos y alienados que han caído en las trampas de la propaganda del imperio y la ultraderecha. upongamos que toda la oposición al chavismo es fascista (otra vez fascismo, el término más elástico de nuestra época, que significa lo que uno quiere que signifique).

upongamos que algunas de estas hipótesis son ciertas o incluso que lo son todas, aunque esto último sea mucho suponer.

Ya lo hemos supuesto. ¿Y ahora qué? Por muy cargado de razón que esté, por mucho que defienda los valores de la solidaridad y la justicia, el modelo chavista ha generado un país fracturado que la mitad de la población no reconoce, en el que el adversario político no es un actor político o un interlocutor, sino solo un enemigo. Tal vez haya quien piense que esta idea de país es sostenible. Yo no.

*Redactor de El Día