Ayer coincidieron cuatro grandes cruceros en el muelle capitalino con varios miles de turistas ávidos de disfrutar de lo que les ofrece Tenerife. lgunos se decantaron por excursiones programadas por la Isla, en guagua o en taxi, según el presupuesto, para conocer el Teide y La Orotava, sobre todo; otros eligieron rutas en bicicleta hasta Las Teresitas, que comenzó a nublarse al mediodía; alguno se decantó por los patinetes eléctricos o por el tranvía a La Laguna, y los más se desparramaron por la capital, unos a pie por la calle Castillo y aledaños, la antigua zona comercial por excelencia para el visitante pero que ahora ve que son pocos los que se deciden a comprar, y otros en el bus turístico que recorre la ciudad.

Esta guagua dispone desde hace unos días de una nueva parada, justo enfrente de la Estación Marítima y por donde pasan de forma obligada los cruceristas justo al salir del muelle, antes de poder pensar para dónde van. Y funciona, porque la cola para subirse era ayer bastante amplia, con un precio de 17,99 euros por persona, con 13 paradas "en los principales puntos de interés turístico", con audioguías en español, inglés, alemán, francés, italiano y ruso. Pero en ese prometedor recorrido qué es lo que realmente ofrece la ciudad al crucerista, acostumbrado a utilizar esta forma de hacer turismo en otras grandes urbes para capturar unos cuantos recuerdos antes de volver a subir al barco.

parte de la Zona Centro, con el eje de la plaza de la Candelaria a Weyler, que se puede extender hasta el mercado en un agradable paseo, el interés se concentra en dos "foto-paradas", una ante el reloj de flores del parque García Sanabria y la otra ante el uditorio. Las Ramblas, lmeyda o los museos se ven de pasada desde el segundo piso de la guagua y con permiso de las ramas de los árboles, en un trayecto urbano, sin paisajes, salvo el portuario, con cuatro inmensas plataformas petrolíferas, multitud de edificios que necesitan una urgente rehabilitación, obras y vallas, vallas y obras, socavones en el asfalto, grafitis, decenas de locales cerrados y, en definitiva, sin la sensación de saberse en una ciudad turística. Las grandes damnificadas son las terrazas de cafeterías y restaurantes, la mejor forma de tomar ese sol que promete el touroperador, un sol que no es una iniciativa del ayuntamiento.

* Redactor de El Día