Reza un proverbio árabe que lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo. Así pues, tomo posesión de este tiempo que voy escribiendo con cada nuevo paso que esbozo, como un lienzo en blanco en el que, realmente, caben todos los colores que imagino, y muchos de los sueños que me conmueven. Porque aún, o después de todo, o pese a los negros y huraños vaticinios que firman las crónicas diarias, propias y ajenas, me sorprende sentirme el pulso tan vivo, pleno de sangre que bombea. Porque todavía, tras el desencanto, y la rabia, y la ironía; tras tanta pérdida, tanto silencio, tanto dolor y desesperación, quedan puertas que abrir, calles que transitar, lecciones que aprender y seres a los que ofrecernos sin miedo y sin alambres.

Básicamente es eso, pero también muchas cosas más... Es el subidón de azul que me ofrecen estos días tersos y aventureros, como mapas extendidos sobre la cama de un viajero. Es el canturreo de los mirlos que juegan cuando aún es de noche bajo mi ventana y se intercambian frases que no entiendo, pero de las que me siento un cómplice sonriente; es el barrio con su cercanía, sus rostros amables, sus agradecidas rutinas, sus perros con nombre propio, sus gatos semicallejeros, sus grandes árboles y sus cuidadas y renacidas flores. Un paisaje que ya reconozco como una parte de mí, cambiante e idéntica al mismo tiempo.

Y es también, y sobre todo, la ternura, que me asalta desnuda y sin permiso -cual extinguido exhibicionista- para abrir su particular gabardina y mostrarme en toda su desnudez la simplicidad y la importancia de cada instante que uno atestigua y hace suyo. No voy tras las fuentes del Nilo, pero el agua que me hidrata, la esencia que me alimenta, el aire que oxigena mi músculo, el sueño que vela mi sueño tiene fuentes igualmente remotas, antiguas y sabias. Esa es la voluntad que elijo y la perseverancia que espero. Todo lo demás, como canta Fito, me hace daño.

Hay otro proverbio, en esta ocasión chino, que dice: "La gente se arregla todos los días el cabello. ¿Por qué no el corazón?"