Tal vez su hijo un sábado de febrero se levanta a las cinco de la madrugada y pone rumbo en guagua a Los Cristianos para participar en el Auditorio Infanta Leonor en una "cosa" que se llama First Lego League (FLL), una "coopertición" (competir colaborando) de robótica, similar a la Gran Final FLL que este domingo se celebra en el recinto ferial de la capital tinerfeña y que reunirá a los mejores equipos de España. Cuatro meses después se "pierde" un fin de semana en otra "cosa" parecida: Tenerife Lan Party (TLP), la misma a la que asistió el año anterior solo como visitante.

Poco a poco empieza a notar que el chico, o la chica, comienza a ser más monosílabo, casi en la misma proporción con las ausencias de la vida familiar. La casa comienza a llenarse de iniciales, tales como el LOL (League of Legends) y un día, mientras usted tiende la ropa, se alonga a la habitación de al lado, donde creía que él estaba solo, porque lo escucha hablando, delante de la pantalla del ordenador. Está él y Skype, que no es el nombre del perro ni del gato de la casa, sino algo así como una pantalla plana de cristal con la que habla su hijo, que le asegura que juega con sus amigos del LOL, que sin embargo están en Sevilla, Madrid y Londres... Como no tenía con el vecino de la casa de al lado, ahora invitados virtuales.

Poco a poco descubre que el móvil que un día le regaló al niño como una gracia, o una novelería, se ha convertido en una llave maestra que abre puertas al mundo a través del fino cable de cobre del teléfono. Si su hijo tiene alguno de estos síntomas, no lo lleve al médico. Solo le dirá que es un friki; o que ya hoy los niños no vienen con un pan debajo del brazo, sino con una "tablet".

Tal vez nunca pensó que aquella serie de "El coche fantástico" de Michael Knight llegara a ser verdad. Y no faltará mucho, tal vez meses -o unos años-, para que vea a alguien hablándole a su muñeca, la que está entre la mano y el antebrazo, mientras camina por la calle. De ella cuelga un reloj con una pantalla que incorpora una microcámara. Nada que ver con aquel Super8. Igual no aparece un coche sin chófer a buscarlo, pero seguro que él le dirá que habla cara a cara en Santa Cruz con su amigo de Londres. Seguro que no se lo dirá con flores, sino por wasap. ¡Chiquita guasa!