Umberto Eco se le ha ocurrido una nueva función para el periodismo: desmontar las falsedades que circulan sin parar por internet. Uno piensa en acometer una tarea de esa magnitud y se pone a sudar a chorros de inmediato.

Un día enciendes el ordenador y te encuentras con 37 millones de abejas muertas junto a un campo de millo transgénico. Los insectos tienen la mala suerte de morirse cada cierto tiempo -en 2012, en 2013, en 2014...- y siempre en idéntico número, lo que podría resultar sospechoso, aunque cosas más raras se han visto. Otro descubres la verdad que se esconde detrás de los atentados de París, que nunca ocurrieron realmente o fueron cometidos por la CI o, si es necesario, las dos cosas a la vez. Curioseas en las redes sociales mientras esperas el tranvía y te impacta la noticia de que Edward Snowden ha revelado que los servicios de inteligencia de EEUU, Reino Unido e Israel son los creadores del Estado Islámico. bres el enlace y no encuentras una sola declaración literal ni fragmentos de los documentos presuntamente filtrados, pero será que se han olvidado de ponerlos; tampoco se trata de ponerse tiquismiquis. Los verdaderos motivos de la caída del avión de Germanwings también han empezado a asomarse a la red, pero debo reconocer que ni siquiera he tenido valor para enfrentarme a ellos.

En resumen, la labor es hercúlea y, probablemente, inútil. La posibilidad de tener al alcance de la mano los argumentos que confirman nuestra visión del mundo -y nuestras ideas acerca de quiénes son los buenos y quiénes los malos- es tan apetitosa que es difícil que muchos renuncien a ella. Y si viene envuelta en la atractiva lógica de la ficción, aún lo es más. En las películas y la televisión, los que creen en conspiraciones siempre tienen razón a pesar de la inicial incomprensión de los demás, ciegos ante la verdad oculta. ¿Por qué ha de ser diferente en la realidad?

El senador y sociólogo norteamericano Daniel Patrick Moynihan dijo que todo el mundo tiene derecho a sus propias opiniones, pero no a sus propios hechos. Empiezo a pensar que se equivocaba.

* Redactor de EL DÍ