La próxima vez que decida cruzar un paso de peatones con el semáforo colorado piense lo afortunado que es por no tener que someterse, por ahora, a una prueba de alcoholemia o a un test de drogas. Esa cacería que el gobierno ha dejado en "stand by" le va a permitir superar los controles de velocidad a los que en un futuro serán sometidos los peatones. Sí. Ya sé que esto suena un poco "A la hora de José Mota", pero qué se le va a hacer... A partir de ahora, todos al zapatero a revisar los "gomáticos", los carajitos me los aligeran de anís El Mono y los adelantamientos por la derecha quedan prohibidos hasta nueva orden. ¡Me van en fila de indios como cuando nos llevaban de excursión a a Caldera con esas mochilas impregnadas con los aromas de las tortillas de papas y cebolla frita! Aquí nadie puede ir más deprisa que el Mcaren de Fernando Alonso. Ahhh, y ojito a los que salgan del súper con unos litros de sangría de garrafón y con ganas de romería.

Ante tanta bobería, yo me pregunto: ¿En este país no hay nada más interesante que hacer que estar planteando si le meto un multazo de muy señor mío al de las playeras que derrapa en la calle Herradores porque le cierran la dulcería? Hay medidas que no las mejora ni la comunidad del señor Cuesta.

Estamos normalizando cosas que hasta hace poco únicamente tenían cabida en las viñetas de Paco Ibáñez o Manuel Vázquez. Asumimos con una naturalidad pasmosa que alguien quiera abonar un jornal con latas de berberechos o que sea el taxista quien pregunte al cliente dónde demonios está la calle Melancolía a la que tantas veces cantó Sabina. ¿Por qué no divisamos ni un solo átomo de incredulidad cuando un candidato busca una alcaldía con la certeza de que ese señor/a tendría serios problemas para llevar las cuentas y otros menesteres de su edificio? Debajo de este incesante bombardeo electoral me atrevo a plagiar a Carpentier para susurrar: silencio es palabra de mi vocabulario. A veces sufro la tentación de querer buscar espacios de clausura en los que reflexionar sobre banalidades que resquebrajan mi inmunidad ciudadana, pero eso, por mucho que se empeñen, no hay radares y alcoholímetros que lo puedan medir.

* Coordinador de a Guía