Mientras arrecia el debate sobre los recursos que pueden destinarse a Educación, la Consejería anuncia que los chicos de cuarto de ESO tendrán que dedicar una hora a la semana a recibir clases de Historia y Geografía de Canarias. Es uno de los cambios curriculares establecidos en la que probablemente será la última de las decisiones importantes de José Miguel Pérez. Otro cambio para el próximo curso es la incorporación de la segunda lengua extranjera, un punto de partida para que nuestras próximas generaciones tengan la opción de instalarse en un trilingüismo que se ha demostrado absolutamente imprescindible para competir en igualdad de oportunidades con la gente de fuera a la hora de conseguir trabajo en los Sures de las Islas.

Se trata de decisiones sin duda trascendentes que suponen una apuesta por la conexión con el mundo del futuro. Los niveles de conocimiento del inglés entre nuestros alumnos son muy deficientes -podría decirse que lo son incluso de nuestra propia lengua, pero ese es otro debate-, pero es verdad que mejoran paulatinamente. No son las leyes de residencia ni los mecanismos proteccionistas los que garantizan nuestras condiciones de vida. Esta región no puede vivir aislada -ni en lo cultural ni en lo laboral- del mundo en que vivimos. No es malo que nos llegue gente preparada. Lo malo es que aquí no se esté en condiciones de competir con ellos. Lo malo es que se pierdan las mejores opciones de trabajo cualificado porque -con cifras del 2008- más del veinte por ciento de los trabajadores del sector turístico en Canarias son extranjeros.

Una sociedad moderna y desarrollada, que vive del turismo, no puede crecer poniendo límites o impedimentos a la libre circulación de capitales y personas, pero tiene la obligación de preparar a los suyos para que puedan competir. Ese es el objetivo último de la decisión de una Consejería que en los últimos años se ha significado más por hacer lo que había que hacer que por presumir de hacerlo. Y el contrapunto de esa apertura al mundo de fuera es el mimo y el cuidado de nuestra identidad, nuestra cultura y nuestro territorio, que no se defiende alzando banderas contra nadie, sino conociendo mejor que es lo que nos une, nos identifica como pueblo, y cómo nuestro pasado y nuestro entorno han conformado y definido el paisaje íntimo de una idiosincrasia singular. Hay un guiño evidente a la defensa de lo propio en la presentación curricular conjunta del segundo idioma y de los estudios de Historia y Geografía el próximo año. Dinero no habrá. Pero complace saber que al menos las ideas son las correctas.