La historia conventual de la Autonomía está plagada de viejas leyendas urbanas, como aquella que atribuía a un secretario de Saavedra haberse llevado las alfombras de la presidencia del Gobierno a su alpendre de Agaete. Nunca pudo demostrarse que fuera cierto, pero aquél secretario de pantalones colorados, precursor de tantas modas, arrastrará por siempre la duda de haber cubierto su suelo con las persas saavedrinas.

Es tradición asumida que el que se va de la administración vacía el despacho y el presupuesto. Pero hay casos y casos: el de Willy García, ilustre parado de la universidad de la vida, es un caso singular. En sus cuatro últimos meses de gestión en funciones, García se pulió nada menos que cinco millones de euros destinados a cubrir la producción propia de la tele canaria durante todo el año 2015. Dejó en la caja 300.000 euros para el resto del año. No me lo invento: lo contó ayer, coincidiendo con el cumpleaños de Willy- su sucesor en el cargo, Santiago Negrín, que al llegar a la tele se encontró las arcas completamente vacías y una hermosa colección de telarañas.

Pero si Willy se gastó cinco millones de euros en la tercera parte del tiempo que es preceptivo, no lo hizo por aligerar de trabajo al equipo que hoy dirige sin un duro la tele. Lo hizo por dos motivos diferentes pero complementarios. Uno es complicar en lo posible la gestión del Ente, crear problemas en la administración diaria de los asuntos de la tele y en sus finanzas, empobreciendo la gestión y ejecutoria de los nuevos. El otro motivo es utilizar esos cinco millones, munificentemente repartidos, para pagar favores pasados, engrasar lealtades futuras y financiar operaciones mediáticas en marcha. Willy no se gastó los dineros públicos en más producción, ni contrató en cuatro meses la misma cantidad de producciones que en doce. Lo que hizo fue concentrar los contratos -mucho más suculentos que los de otros años- en unas pocas productoras y en unos cuantos periodistas y empresarios serviciales.

Willy se enfrenta ya a un proceso judicial por lo que hizo nada más llegar al cargo, hace ocho años, encargándole a Francisco Padrón la realización de 260 programas por más de un millón de euros y pagándoselos como programas de prime-time, para no emitirlos o emitirlos en las madrugadas sin siquiera cortinilla. Un verdadero escándalo que podría costarle la cárcel. Lo que ha hecho antes de irse, sepultando en pasta a los nuevos (y no tan nuevos) amigos de Rivero, es otro escándalo repugnante, realizado con la misma ligereza y presunción de impunidad con la que ha obrado durante el resto de su mandato. Negrín ha calificado su comportamiento de "temerario". Y se ha quedado corto: lo de Willy es probablemente delictivo. Porque Willy no es que haya huido él con las alfombras. Es que se las ha regalado a los colegas de Rivero, enrolladas y rellenas de centenares de miles de euros.