Cerrado el capítulo final de los pactos (primera ronda), quizá proceda hacer recuento de daños, pasar revista a incumplimientos, posibles reversiones (extraño palabro), deterioro de liderazgos... En fin, toca a los partidos hacer sus cuentas. Si yo tuviera que hacerlas estaría preocupado por Abreu (Javier). Es un tipo disciplinado y -aparte aspavientos y renuncias- ha hecho lo que los suyos le han dicho que hiciera. Pero el hombre es de esos que más conviene tener dentro apuntando hacia fuera que fuera apuntando hacia dentro. Supongo que en los próximos días vivirá soportando el "síndrome del medianero", inevitable dolencia que provoca estirar la cuerda más allá del punto de ruptura.

Abreu aparte, el paisaje que queda es el de un pacto de Gobierno suficientemente estable para aguantar más allá de noviembre, y en el que tanto Coalición como el PSOE quieren resolver los contenciosos pendientes. Coalición ha sido más rápida en la presentación de expedientes disciplinarios en Puerto de la Cruz y Arico, quizá porque tienen que hacer que se olvide que en Santa Cruz, capital gobernada por un pacto diferente, la situación no tiene mucho arreglo. Al final, las reversiones esas se van a producir en algunos de los ayuntamientos, y en otros vamos a contemplar (con indisimulado alborozo) cómo algunos se quedan sin paga a fin de mes. El polémico artículo 28 de la nueva ley de municipios de Canarias brinda a los partidos un poderoso mecanismo para garantizar la lealtad de los concejales, dejándolos sin sueldo si se asirocan. Se trata de una ley de cuestionada constitucionalidad, pero de gran utilidad práctica para evitar el edilicio cachondeo, generalizado en los últimos años.

Está muy extendida la idea -a mi juicio errónea- de que hay que quitarles poder a los partidos y a sus direcciones. Yo pienso que lo que hay que hacer es garantizar la democracia interna en la elección de los dirigentes, y que no sea un señor el que decida a dedo quién le sustituye en la presidencia del Gobierno, o quién es candidato a alcalde. Si se garantizan mecanismos democráticos para la elección de los cargos orgánicos y de los candidatos a cargos públicos, no sé por qué debería preocupar a la ciudadanía que los partidos sean capaces de hacer que afiliados y cargos públicos cumplan sus directrices.

La negociación de estos pactos ha demostrado que los liderazgos son importantes. Al final, Clavijo ha evitado el asilvestramiento de Carlos Alonso y de su exótico gobierno de concentración, y Patricia Hernández ha impuesto a su concejal lagunero el cumplimiento de los acuerdos suscritos por Pedro Sánchez. Ahora toca resolver los flecos, que no son tanto quién gestiona Seguridad en La Laguna o carreteras en el Cabildo, sino cerrar (en segunda ronda) el mapa de los que están dentro y los que están fuera del paraguas. Y esperar que la ciudad de Bermúdez no vuelva a quedar paralizada por juzgados y expedientes. Que al alcalde que prefirió mojarse con el PP no le lluevan puñaladas.