Cuando uno abre la caja y se enfrenta a una inmensidad de pequeñas piezas aparentemente indistinguibles unas de otras piensa que se enfrenta a un reto titánico. Luego, la paciencia, el empeño y el trabajo en equipo hacen posible lo que al principio no lo parecía.

Los puzzles son algo más que un pasatiempo. Las cualidades que se precisan para completarlos son las mismas que se necesitan para acometer cualquier desafío que presenta la vida. De eso están convencidos los apasionados de los rompecabezas. Decenas de ellos, procedentes de diversos puntos del país, se encerraron hace unos días en el exconvento de Santo Domingo de La Laguna para enfrentarse a uno de estos retos: un puzzle de 24.000 piezas que debía finalizarse en menos de 24 horas.

Ángeles de la Coba, una de las organizadoras de la iniciativa, había hecho puzzles toda su vida, pero "solita, en casa". Cuando supo de la existencia de encuentros que reúnen a estos aficionados no lo dudó y, a través de la Sociedad Canaria de Profesores de Matemáticas Isaac Newton, propuso que la Isla acogiera su celebración. La sugerencia fue bien recibida, y durante tres días el antiguo convento lagunero fue el escenario de las jornadas "Matemáticas y Vida".

Charlas, talleres de papiroflexia, "komandos" matemáticos y tres puzzles basados en el Guernica y en obras de Escher, además del monumental reto que supuso el puzzle "Vida", fueron algunas de las actividades -entre lúdicas, educativas e intelectuales- que se desarrollaron en la ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Por cierto, por si cabía alguna duda, todas y cada una de las 24.000 piezas del rompecabezas gigante terminaron en su sitio y antes del plazo marcado. Reto conseguido.