Llevo meses preguntándome por qué sonríe a todas horas el ya presidente Clavijo. El hombre anda con una tibia sonrisa pegada a la cara que a ratos me recuerda la sonrisa antes enigmática y escurridiza de la Mona Lisa. Y digo antes porque justo cinco siglos después de haberse pintado el retrato más famoso del mundo, una investigación de Margaret Livingstone sobre los mecanismos de la visión demostró que la sonrisa de la doña, reinterpretada por pintores, cantada por poetas y a la que Luis Racionero dedicó una de sus mejores novelas, es solo "una ilusión visual que aparece y desaparece debido a la peculiar manera en que el ojo humano procesa las imágenes".

¿Es la sonrisa de Clavijo también una ilusión visual? Rodeado de familiares, amigos, políticos cesantes o en expectativa de destino, periodistas y noveleros en general, Clavijo sonreía ayer plácidamente antes, durante y después de su toma de posesión en el mausoleo presidencial de Las Palmas, no ya sin motivo aparente, sino sin necesidad ninguna. Poco antes de prometer su cargo, una parte de los nombres de su Gobierno -la parte del PSOE- estuvo a punto de saltar por los aires, por culpa del hilo que parece unir al socialista Chano Franquis con Pedro Sánchez. Y una de dos: o Clavijo es un tipo que ni sufre ni padece, una suerte de lagarto de sangre fría (tesis que comienza a ganar enteros), o es que el menda le encuentra la parte divertida a todo: y es que Chano Franquis, diputado grancanario por el tercio capitán araña, estuvo a punto de liarla parda, intentando forzar que la Consejería de Obras Públicas fuera para Conchi Narváez, la alcaldesa que sacó al PSOE de San Bartolomé de Tirajana, y metió a Pacuco Guedes en las ferreterías de la Operación Paraíso. Franquis, que se pasa la vida en Madrid, comiéndole la oreja a la federal del PSOE, logró implicar en su pirueta a Pedro Sánchez, al que le vendió una operación de vieja política casposa como si fuera pura regeneración democrática. La cosa se frenó minutos antes de la toma de posesión de Fernando Clavijo, que aprovechó para leer en público los nombres de los consejeros pactados con Patricia Hernández antes de que se publiquen en el BOC. Y es que doña Patricia dejó claro -a la Federal y a quien se lo preguntó- que si sus consejeros los decide un comeorejas, entonces que se busquen a otra para vicepresidenta, que ella se va de parto. ¡Qué genio, doña Patricia!

Y mientras, Rivero encerrado y sin salir de su despacho y Clavijo esperando para prometer en la sala de Juntas, como un invitado más, sin inmutarse y giocondo de oreja a oreja. Con toda esa tramoya, lo normal es que Clavijo estuviera ayer más bien perplejo, no precisamente risueño. ¿Será también su sonrisa una ilusión visual? A juzgar por la cara de malas pulgas de Rivero, sentado durante la ceremonia en primera fila al lado de los otros expresidentes, taciturno y cetrino, viva imagen del "sic transit gloria mundi", yo creo que la sonrisa clavijeña no es un espejismo. Para ver a Clavijo igual de enfadado quizá solo haya que esperar. Lleva un día.