Antes incluso de que la banda gubernamental tomara posesión de sus cargos, repitiendo con algo de menos lustre el acto del día anterior, Fernando Clavijo había tomado ya su primera decisión como presidente, solicitando una reunión inmediata con Mariano Rajoy para presentarse y procurar rebajar la tensión con el Estado, que se ha agravado estos últimos cuatro años de forma creciente.

Hay decisiones que tienen carácter simbólico, y actos simbólicos que preceden decisiones. El jueves, en el photocall de la toma de posesión, Clavijo posó amigablemente con el ministro Soria, que acudió a la ceremonia en representación del rey Felipe. Es verdad que dos no se pelean si uno no quiere, y que la bronca permanente entre Canarias y Madrid durante la pasada legislatura no puede atribuirse sólo a la beligerancia de Rivero, sino también a la de su anterior vicepresidente, el ministro Soria, y a la política del "cuanto peor mejor" diseñada por el PP para aislar a Rivero y castigarle por su pacto de legislatura con el PSOE. Rivero reaccionó a esa política encendiéndose como un fosforito, e intentando puentear a Soria con Rajoy y con el rey Juan Carlos, con los que se reunió en varias ocasiones con más éxito de crítica que de ventas. Intentó romper el bloqueo al que le sometía el presidente del PP canario, pero ni tenía tiempo ni tampoco demasiadas ganas de ponerse de acuerdo con Madrid, y acabó instalado en la absurda bronca del petróleo, que ennegreció del todo cualquier posibilidad de entendimiento.

Es obvio que el Gobierno del PP mantuvo encantado ese pulso, que a Canarias le ha costado enfrentarse a la crisis económica en las peores condiciones, y sin interlocutores. ¿Habrían cambiado las cosas para Canarias y para los canarios si Rivero no hubiera roto las relaciones con Madrid? Es difícil saberlo, porque durante esta crisis todas las regiones se han quejado del trato insensible del Gobierno Rajoy y de sus recortes draconianos. Pero, al menos, Canarias habría tenido la oportunidad de ofrecer sus argumentos.

Clavijo ha dicho por activa y por pasiva que sólo quiere mirar hacia adelante. Es el mantra clásico de un político sin mucho pasado. Acabar con este clima bélico de hostilidades permanentes y abrir una nueva etapa de negociación y entendimiento con el Estado y el Gobierno Rajoy es lo correcto. Hacerlo desde el mismo arranque de la legislatura, casi antes de que suene el disparo de salida, es un gesto que enfatiza la voluntad de diálogo. Quizá no sirva para resolver los conflictos ya manifestados en política fiscal y financiera, ni para que Canarias sea mejor tratada en las cuentas del Estado en 2016, que Rajoy quiere dejar listas antes de celebrar las próximas elecciones. Desatasque o no el futuro, la decisión de Clavijo es la prueba del algodón: servirá para demostrar al nuevo Gobierno de Canarias y a los ciudadanos de esta región si el Gobierno del PP también quiere hacer las cosas a partir de ahora de otra manera.