La nuestra es una región de papanatas: El País publica una entrevista a Clavijo en la que dice que hay que limitar el número de turistas que llegan a Canarias y aquí se monta un guirigay. Clavijo no ha dicho nada nuevo, nada que no se haya comentado en los últimos años de forma insistente y que el propio Clavijo haya recordado durante esta pasada campaña, especialmente en reuniones con el sector. ¿Por qué se lía ahora entonces? Pues porque lo ha publicado El País. ¿Y qué es lo que se ha publicado? Solo que Clavijo cree que hay que limitar el número de turistas que llegan a las islas. Ha dicho LIMITAR, no REDUCIR. Lo cual, por otro lado, es una obviedad absolutamente clavijeña: con dos millones de habitantes, el problema demográfico acuciante en las Islas no es el número de personas que vive aquí, ni siquiera el de inmigrantes que vienen y se van en función de la situación económica. El problema es la cantidad de turistas a los que se puede atender. Hoy suponen, aproximadamente, un 12 por ciento de nuestra actual carga demográfica. Con una estancia tipo de una semana, en Canarias pernoctan alrededor de 250.000 turistas de media cada noche, un montón de gente, que consume recursos y territorio, y que aporta un tercio de la economía de las Islas.

¿Establecer limitaciones al turismo? Pues no es ningún disparate. No se trata de retirar o no permitir más licencias, como ha hecho Ada Colau en Barcelona, sino de estudiar hasta dónde debe llegar la oferta para evitar insensatas guerras de precio y afluencia masiva de visitantes con todo prepagado. El turismo ha demostrado que no es capaz de crear él solo el empleo que se ha perdido en las islas, y que -en Canarias- deja apenas una séptima parte de los recursos que mueve, según cálculos recientes de Unesco/Turismo Sostenible. El turismo que recibimos en las Islas deja el resto de su dinero fuera, bien porque los viajeros acuden cubiertos con paquetes cerrados de todo incluido, y a hoteles que realizan mucha de su logística por centrales de compra en cadena, o bien porque eligen hoteles de cadenas radicadas en Baleares o fuera de España, que se llevan fuera los beneficios y pagan fuera una parte de sus impuestos.

Pero no hay que rasgarse las vestiduras: nuestro modelo turístico no es ni tan malo ni tan anticuado como suele decirse, aunque es perfectamente mejorable. Uno de las claves de esa mejoría pasa no por hacer que lleguen muchos más turistas, sino que encuentren en Canarias una oferta extrahotelera más rica, más diversificada y más interesante, para que no pasen sus días en el hotel entre la habitación y las piscinas. De lo que se trata es de conseguir que la experiencia del turista implique una mayor utilización de los recursos globales de las Islas en ocio, cultura y gastronomía, lo que mejorará sustancialmente a favor de Canarias la relación entre el dinero que les cuestan sus vacaciones a los visitantes y el que se dejan en Canarias.

Limitar el turismo es planificar el futuro. Hay que perder el miedo a las palabras. De lo que se trata es de hacer las cosas desde la lógica y la sensatez.