En tiempos de crisis, cuando no hay recursos para obras públicas, es costumbre que la política se aficione a la brocha gorda: la pintura no resuelve los problemas de infraestructuras, pero lo deja todo más bonito y aseado, que también es de agradecer. Hace ya algunos muchos años, a principios de los ochenta, el Ayuntamiento de Güímar organizó un multitudinario viaje de sus paisanos a Lanzarote y allí los güimareros se quedaron pasmados de admiración y asombro ante la obra de César Manrique, y ante el cuidado impoluto y uniforme de los pueblos conejeros, con sus casas de fachadas blancas y puertas y ventanas siempre verdes, o en azul cobalto, en los pueblos marineros...

Al regreso de aquel viaje, el alcalde de entonces, Pedro Guerra, propuso al consistorio facilitar pintura blanca gratis a los vecinos que quisieran jalbear sus casas, y Güímar se convirtió en muy pocos meses en un pueblo de casas limpias e iluminadas bajo el sol. Eran sin duda otros tiempos...

En estos las cosas se hacen de otra manera: no contenta con jalbear las paredes de Güímar de color azul pitufo (el color corporativo del PP), la alcaldesa ha decidido acabar con las dudas sobre las fronteras territoriales que tanto debían preocupar a los vecinos de su municipio. Doña Carmen Luisa, virtuosa de los mundos imaginarios y la imaginería de la brocha, ha pintado una nada imaginaria línea de color azul pitufo sobre los límites precisos que separan a Arafo de Güímar. De momento, lo ha hecho en el polígono industrial de ídem, donde desde hace unos días el negro asfalto del polígono se ve transitado por una serie de líneas pitufamente azulonas que demarcan con más precisión que el Servicio Geográfico Militar las verdaderas fronteras del territorio municipal. Y por si no quedara del todo claro, en la parte de Arafo, al lado de la línea, se ha escrito Arafo, y en la parte de Güímar pues pone Güímar. Queda por saber si el Arafo de Arafo lo habrá escrito la alcaldesa con permiso de Arafo o si será iniciativa propia.

La cosa es que uno no sabe exactamente qué pensar de esta iniciativa de control del propio territorio, que recuerda lejanamente lo que hacen los perros con la orina. Pero se me antoja que incluso en un consistorio tan pitufal como el que nos ocupa, sería menester evitar estos excesos de patriótico pueblismo. Dicen que una de las ventajas de la Unión Europea (al margen de las ayudas del REA y al plátano) es haber acabado con la necesidad de moverse por Europa con pasaporte, porque en la práctica se han abolido las fronteras. En Güímar no sólo no se han abolido, sino que encima se han pintado de azul.

Y menos mal que doña Carmen Luisa es del PP y no de Coalición Canaria. Porque si fuera nacionalista, lo mismo imprimiría un pasaporte güimarero y ponía a la guanchancha a vigilar el tránsito de los paisanos de su pueblo al otro y viceversa. Aunque (bien mirado, y tratándose de Güímar) también podría encargarle esa vigilancia a la Polícía Local. En los ratos que no anden los agentes muy ocupados buscando a quien aplicar la Ley Mordaza...