Los cuerpos descompuestos de los 71 inmigrantes encontrados el jueves en un camión frigorífico abandonado en una autopista austriaca, cerca de la frontera con Hungría, suponen una nueva bofetada a la conciencia biempensante del mundo desarrollado y en crisis. Es el drama que suma y sigue y no para: ayer mismo, fueron "recuperados" por Cruz Roja los cuerpos de otros 82 inmigrantes que embarcaron en el puerto libio de Zuwara en dos barcazas cargadas hasta los topes, con destino al sur de Italia.

La estadística de las personas que mueren huyendo de la guerra, la persecución religiosa o ideológica, o del hambre, intentando llegar a la Europa prometida, o cruzar la frontera sur de Estados Unidos, crece año tras año, mientras las grandes naciones no saben qué recetas aplicar para afrontar la situación: decenas de millones de personas sin recursos, sin conocimiento del lenguaje y de los hábitos del país de destino, esperan la señal para intentar buscarse la vida. Los más osados arruinan a sus familias pagando a los traficantes, que han multiplicado el precio de sus tarifas por cinco. Uno de los traficantes implicados en este negocio repugnante, pero muy lucrativo, desvelaba ayer que por pasar la frontera de Hungría a Austria ahora se pagan mil euros, frente a los doscientos que se pagaban hace un año. Los 71 inmigrantes muertos dentro de un camión en una autopista austriaca, entre ellos cuatro niños, pagaron a sus traficantes unos 50.000 euros para poder morir en una cuneta.

El mundo desarrollado responde a este drama con medidas paliativas: detención de los traficantes, más registros y controles fronterizos y tímidas políticas de colaboración con los países de los que parten los emigrantes. Pero la impotencia frente a este continuo río de gente y la ignorancia hacen que el extremismo avance y que ideas insensatas como las del candidato republicano Trump -partidario de deportar a quince millones de hispanos sin documentación desde Estados Unidos a México, y de levantar un muro de la vergüenza entre los dos países- comiencen a escucharse en conversaciones de bar, justo antes de otras en las que mostramos nuestra preocupación por la jubilación que nos espera. Porque para sostener el sistema de pensiones en Europa hace falta que de aquí al año 2050 se incorporen al sistema 130 millones de trabajadores más, de los que Europa sólo puede aportar una mínima parte. Y en Estados Unidos, la economía colapsaría si se aplican las propuestas de Trump.

No hay soluciones milagrosas, ni para evitar todas las muertes, ni para resolver este conflicto. Pero puede hacerse mucho más. No sólo dedicar más dinero y atención al problema, e intentar lograr ese gran acuerdo global sobre los "nuevos refugiados" al que las naciones de Europa se resisten. Para hacerlo hay que empezar por cambiar la falsa idea de que la inmigración regulada supone un peligro para las sociedades receptoras, cuando se ha demostrado históricamente que es justo lo contrario, que los mayores avances económicos en Europa y Estados Unidos han sido siempre el resultado de grandes procesos migratorios.