Siento por Amid Achí Fadul una indisimulada debilidad. No es consecuencia de su éxito comercial con las franquicias, ni de su probada habilidad para el negocio inmobiliario con las administraciones públicas, ni de su extraordinaria capacidad para ser salsa en todos los guisos, y muerto en todos los entierros. Lo que admiro de Amid Achí es su historia personal, la de un inmigrante sirio -¿les suena?-, cristiano maronita, que llegó a las Islas para estudiar náutica y acabó por montar con pocos recursos y muchísimo esfuerzo una cadena de venda de ropa barata que le catapultaría dónde hoy está, a pesar de la animadversión declarada de la vieja sociedad aristocrática y relamida de Tenerife, las bolas negras y los ninguneos racistas de gentes que lucen como único valor la vetustez y "pureza" de su hemoglobina. Amid es un tipo admirable por su resistencia y por su deseo de formar parte de una comunidad que durante años se negó a aceptarle. Siempre he dicho que es uno de los mejores ejemplos que conozco y he tratado, de hombre hecho a sí mismo.

El miércoles por la noche, antes de una opípara cena benéfica, servida con exasperante demora (a las doce de la noche aún no habían retirado el segundo plato) Amid fue homenajeado por sus pares de la Cámara de Comercio con el premio que lleva el nombre del recordado Arturo Escuder Croft, una suerte de enorme y ciclópeo pedrusco, que hibrida sin remordimiento la esencia magmárica de esta tierra con la adoración de nuestro mundo empresarial por el hormigón armado. Un horror de objeto, que además debe pesar dos quintales y medio. A pesar de tener que cargar con semejante pena, Amid estaba encantado de celebrarse. Parecía, por fin, un hombre feliz. Me alegro por él.

Pero la gloria del mundo es pasajera (no voy a repetirles el latinajo, seguro que lo escribiría mal). Mientras carga con el pesado tormo de su honra, Amid cabalga sobre la operación de incrustar a Paulino Rivero en el Tenerife. Según dice el propio Amid, lo hace porque "no puede permitirse que un ex presidente viva sólo con tres mil euros mensuales". Y el Club garantizaría a Rivero un suculento salario de 9.000 euros al mes, con el que pagar -entre otras cosas- la hipoteca del megachalé que Rivero y su santa comparten en El Sauzal. Amid es un hombre agradecido. Y tiene sus motivos para ocuparse de Rivero, en cuya compañía pasó más de unas vacaciones cuando Rivero era presidente. Pero la decisión de colocarle en el Tenerife lleva aparejada la imposibilidad legal de que el Club reciba ningún tipo de ayudas del Gobierno, las empresas públicas regionales o la tele canaria. ¿Puede sobrevivir el Tenerife sin que entre un euro público? Rivero metió directamente varios millones en el Tete durante su mandato, un millón y medio poco antes de irse. Y el Club sigue en la ruina. A los empresarios que con Amid apoyan la candidatura de Rivero, no parece preocuparles en absoluto este asunto, o quizá lo desconozcan. Pero dudo mucho que estén dispuestos a poner ellos el dinero que el Tenerife necesita para salir de su multimillonario agujero. Poner dinero en un pozo sin fondo es algo reñido genéticamente con ser empresario. Con la candidatura de Rivero, Amid está creando una situación que provocará la asfixia del Tenerife. Sería como ponerle al Club -alrededor del cuello- el tormo que le regaló la Cámara. Y luego tirarlo al mar.