Jerónimo Saavedra y Eligio Hernández -dos hombres de la Transición- se han manifestado a favor de que el PSOE apoye la investidura de Mariano Rajoy con su abstención. Puedo entender los motivos de carácter estratégico y los ejemplos históricos que se presentan para avalar la conveniencia de ese acuerdo, pero creo que ambos se equivocan. Y no porque considere escandaloso que dos o más partidos democráticos se pongan de acuerdo para gobernar un país en una situación especial como la que vive España. Muy al contrario, lo que considero de verdad un escándalo es que no lo hagan por miedo a perder votos. Pero creo que tanto Eligio como Saavedra no han entendido el extraordinario cambio de actitud y mentalidad que se ha producido en este país en el último año y medio, y equivocan en su análisis el tiempo y las formas de un acuerdo con el PP.

En relación al tiempo, la democracia parlamentaria tiene sus mecanismos: Rajoy y el PP deben experimentar el trance que supone escenificar políticamente la inexistencia de una mayoría suficiente para gobernar. Los votantes del PP y el PSOE (probablemente más los socialistas) no verían legítimo un acuerdo entre el centro izquierda y el centroderecha si ese acuerdo no se percibe como única salida. Por eso hay que medir los tiempos y dejar que avance la investidura, y que el país reflexione sobe lo que implicaría la convocatoria de unas elecciones que no cambiarían gran cosa, porque derecha e izquierda en su conjunto podrán reequilibrar sus apoyos, pero no modificarían la incapacidad para montar gobierno. Dicho en cristiano: el PP rascará algunos votos en detrimento de Ciudadanos, y Podemos conseguir el apoyo de muchos votantes de Izquierda Unida que quieren que su voto sea útil, pero los resultados no cambiaran el hecho de que la derecha constitucional -el PP y Ciudadanos- no tienen mayoría social, y que la izquierda constitucional -el PSOE-, además de reducir probablemente sus resultados electorales, no va lograr cambiar las líneas rojas autodeterministas de Podemos.

La mejor opción no es la abstención del PSOE y Ciudadanos en la investidura de Rajoy y el inicio de una legislatura débil. Una legislatura incapaz de resolver los problemas que hoy debe enfrentar el país: recuperación de la economía, políticas de solidaridad social, reforma de la Constitución (que no proceso constituyente), consenso sobre el encaje territorial de Cataluña y el País Vasco y reforma de las normas electorales. Eso no puede acometerlo un Gobierno débil, que no lograría llevar la legislatura más allá de uno o dos años. Debe plantearlo un Gobierno de unidad constitucional, integrado por el PP y el PSOE y apoyado por el resto de los partidos constitucionalistas. Y hay que plantearlo tras el segundo fracaso en la investidura de Rajoy. Ése el momento para articular un acuerdo fruto de la necesidad, y que podría implicar cambios en la presidencia del Gobierno, e incluso el encargo de formarlo a una personalidad independiente, modelo ensayado por Italia ante una situación muy parecida a la española.

¿Eso podría provocar un gran desgaste al PSOE? No lo creo, pero sí así fuera, eso no es lo importante. Los partidos son instrumentos y la política debe estar al servicio de la nación y sus ciudadanos, no de los partidos: lo que hace falta ahora es un poco de responsabilidad cívica, esa cualidad que nuestros mayores no tenían complejo en definir como patriotismo...