Estaba ahí, pensando en las cuitas de Javier Abreu, en si le devuelven las competencias en Aguas -y sus canonjías-, si firma o no firma el pacto, y si se compromete a cumplirlo, que es la condición que le ha puesto el alcalde, y ya a punto de ponerme a escribir sobre ese crucial asunto de nuestra política local, cuando leo en internet que los anticapitalistas y asociados de la CUP al final acabaron optando por cargarse a Mas. Y de repente me ha parecido que prefiero escribir de Mas antes que hacerlo de Abreu, aunque es probable que eso don Javier no lo entienda: a fin de cuentas, lo de la reincorporación (o no) de Abreu a las competencias de Aguas -y sus canonjías- no va a cambiar nuestra historia conventual, aunque sin duda puede cambiar la historia de Abreu, que él mismo debería escribir algún día, para disfrute de todos sus lectores, entre los que espero contarme. Lo de Mas tiene mucha más enjundia que lo de Abreu, más enjundia que la guerra ombliguista del PSOE, e incluso más enjundia de si en España habrá o no habrá nuevas elecciones.

Y es que hay veces que en torno a un hombre en concreto se enreda la Historia con mayúsculas. A Más, un personaje provinciano de escasa trascendencia más allá de los límites del Palau y Caixa Catalunya, un tiralevitas de estilo clásico convergente, miembro menor de la honorable familia pujoliana, a este señor con oficio de mayorista de lociones de afeitado, se le tropezó hace unos meses la Historia y se enredó él con ella. Creyó sin duda que su nombre sería recordado por los siglos de los siglos. Pero para ser un hito en la memoria de las gentes, una mención en los libros de Historia, uno -además de estar en el lugar justo en el momento adecuado- tiene que disponer de cierta gracia y de alguna grandeza. Y no es el caso. Mas había convertido la estafa del "procés" en una suerte de reválida de su propia investidura, y al final su fracaso y su ridículo como político y como persona se vuelven más estridentes. Creo para centenares de miles de catalanes la ilusión de una independencia que no es posible fuera de los límites de la Constitución, y luego convirtió su investidura en el tapón de esa independencia, convencido de que el chantaje a la CUP acabaría uniendo la suerte de la independencia a la suya propia. Confieso que yo también pensé que la CUP cedería a la presión ambiente de los restos de Convergencia en proceso de descomposición y de la marea republicana, cada vez más segura de su hegemonía en el campo nacionalista. Pero no ha sido así. Mas y su proyecto han fracasado. Junts pel si puede optar ahora por presentar otro presidente -es difícil que lo haga con el poco tiempo que queda- o ir a una nueva convocatoria electoral, en la que todo quedará abierto, no sólo la propia candidatura del derrotado Mas, sino incluso la existencia de Junts pel sí. Porque Convergencia ya ha descubierto que camina hacia la nada. Y Esquerra podría soltar lo que ahora es un lastre.

Tiempo éste de grandes decisiones, grandes cambios en la forma de hacer política y grandes acuerdos, que a partir de hoy -sin Mas- son más posibles. En Cataluña y en España. Todo esta abierto. Incluso el regreso de Abreu a Aguas -y sus canonjías-. Pero de eso ya hablamos en otra ocasión.