El alcalde de La Laguna no va a devolverle a Javier Abreu las competencias en Agua (y canonjías). Es lo que le pidió la mesa de seguimiento del pacto ente Coalición y el PSOE. Pero el no va a hacerlo, porque cree que Abreu no es de fiar. No va ha hacerlo y punto. Es su responsabilidad, y son suyas -también- las consecuencias de esa decisión: si Abreu y los socialistas laguneros consideran que la negativa de José Alberto Díaz es una ruptura del pacto de Gobierno que nunca firmaron, pues el Ayuntamiento se verá en una situación bastante extraña, con una minoría muy minoritaria -la que compone en exclusiva Coalición-, incapaz de sacar aprobar ninguna iniciativa. Lo más probable es que el PSOE no quiera romper del todo la baraja, entre otras cosas porque fuera hace más frío que dentro, y porque la ejecutiva regional y la insular quieren que no se rompa La Laguna. Pero Abreu quiere conseguir que al menos no se vote la aprobación de los presupuestos, lo que en si mismo no es un drama -se prorrogan los presupuestos anteriores y aquí paz y en el cielo gloria- pero supone admitir que La Laguna queda en una situación un tanto peculiar: quedará claro que no hay mayoría posible para gobernar, pero tampoco parece viable articular una mayoría alternativa, porque el PP de Antonio Alarcó no apoyaría nunca una alternativa de izquierdas, ni la representante de Ciudadanos está dispuesta a romper con el criterio de su propio partido de no apoyar nunca a formaciones nacionalistas. Y es que los nuevos partidos quieren muchas cosas, pero a fuerza de ponerse líneas rojas para todo, parece que sólo podrán lograrlo el día que consigan mayoría absoluta, algo que es muy difícil, a juzgar por la tendencia a la fragmentación del mapa político. O sea, que en La Laguna podemos seguir durante algún tiempo con un alcalde bastante incapacitado para hacer prosperar sus iniciativas, pero al que resulta difícil quitar de en medio. Es bastante parecido a lo que ocurre en el Congreso... que los nuevos partidos, si quieren servir para algo, van a tener que quitarse parte de esas líneas rojas que les diferencian de los antiguos.

En Arona también se va a liar... después de semanas de negociaciones sin ningún recorrido con los concejales de Coalición (supongo que en los ratos que no estaban declarando en los juzgados), el alcalde Mena ha tirado por el camino de en medio y ha cerrado un acuerdo con Ciudadanos de Arona, que le da la mayoría suficiente para gobernar sin sorpresas. El acuerdo aún no ha sido oficialmente anunciado, pero ya es un hecho. Está firmado y rubricado por el alcalde y el número uno de la lista de Ciudadanos por Arona, José Antonio Reverón. El problema puede venirle ahora a Mena desde su propio partido -el PSOE- , que tendrá que interpretar si su acuerdo supone un incumplimiento del pacto o no lo es, porque Mena intentó cerrar al menos dos veces con lo que queda de Coalición, sin éxito. Supongo que la mesa de seguimiento del pacto tendrá algo que decir también, pero probablemente a todo el mundo le va a dar igual: la incapacidad de Coalición y del PSOE para imponer sus decisiones regionales a nivel local es manifiesta. Y si lo es, mejor harían evitando demostraciones de fuerza. La actualidad nos deja cada vez más claro lo difícil que resulta montar gobiernos con mayorías estables. Si sale alguno, mejor dejarlo que se ponga a trabajar...