Hoy comienza la investidura más abierta de la democracia española. Tendría que haber sido la investidura de Mariano Rajoy, pero el hombre no quiso someterse a lo que -sin duda- habría sido una sucesión de cargas dirigidas contra su pasada gestión al frente del Gobierno. Dio un paso atrás y Pedro Sánchez ocupó inmediatamente ese espacio, consiguiendo hacerse con un protagonismo que ni él ni probablemente el PSOE merecían. En política los errores se pagan, y que el primer partido español decidiera quedarse al margen del proceso de negociación del gobierno fue un error de libro. Hoy la investidura se juega al margen del PP, la iniciativa ha quedado en manos de Sánchez y Rivera, dos políticos jóvenes, sin nada de lo que responder. La cuestión es que PSOE y Ciudadanos no llegan ni de lejos a lo que en estos momentos podría ser considerado como una mayoría suficiente para formar Gobierno. Con la actual matemática parlamentaria, necesitarían contar con el apoyo de 13 votos más de los que tienen, y con la abstención de Podemos o el PP. Es muy significativo -y lo demuestra la cambiante posición de Coalición, por ejemplo- que esos 13 votos sumarán solo si Podemos o el PP se abstienen, es decir, que estarán si hay Gobierno, y si no, pues no.

Suelo decir que para que las papas se guisen hace falta que el agua hierva. Eso -poner el agua a calentar- es lo que supone este tiempo ganado por Sánchez para su investidura. Sabemos que en una primera vuelta no saldrá, y probablemente en la segunda tampoco, pero la temperatura seguirá subiendo. Y además habrá tiempo para hacer encuestas: este país se gobierna hace años con sondeos. Quienes deciden si habrá o no nuevas elecciones -los partidos no poniéndose de acuerdo- van a hilar fino con los sondeos. Si Sánchez hace un buen papel durante la investidura y los sondeos apuntan una mejoría para el PSOE, podría llegar a producirse la abstención de Podemos en la segunda vuelta. Los podemitas no quieren eso -lo que quieren es un Gobierno con el PSOE sin Ciudadanos, hoy ya imposible-, pero los sondeos deciden. Podemos se enfrenta en unas próximas elecciones a una situación organizativa complicada, con Ada Colau queriendo ir por libre, Compromís pensándose apoyar al PSOE y las mareas queriendo imitar el modelo catalán. Es verdad que Iglesias espera contar con el voto de Izquierda Unida, pero en política los votos de distintas fuerzas no siempre suman. Errejón -el más partidario de una aproximación al PSOE antes de nuevas elecciones- puede acabar ganando la partida.

En cuanto al PP, si Sánchez lograra repetir el efecto de la moción de censura de Felipe González contra Adolfo Suárez en 1980 -perdida en el Congreso, pero ganada en la calle-, o si los votantes moderados del PP consideran que la apuesta de Rivera por un Gobierno de cambio es una apuesta razonable, los sondeos podrían adelantar un retroceso. En ese caso, el PP podría abstenerse o buscar alguna opción distinta a su actual empecinamiento en mantener a Rajoy como candidato, que facilite la "gran coalición" constitucionalista que el PP -y algunos que no somos del PP- defiende.

En fin, que todavía no hay nada claro, pero el agua se va acercando poco a poco al punto de ebullición. Veremos cosas.