El Ayuntamiento de Las Palmas ha decidido copiar al de Santa Cruz (y a más de la mitad de las capitales españolas) y establecer turnos a sus taxis, haciendo que dejen de circular dos días en semana de forma obligatoria. Se trata de una medida que responde -como ya ocurrió en la capital tinerfeña- a la extraordinaria sobreoferta de ese servicio público, que casi dobla a la media de las grandes ciudades de todo el país. La medida se ha adoptado finalmente en ambas capitales porque los ayuntamientos carecían de los recursos para recomprar las licencias suficientes, que -retirando taxis definitivamente- es lo que habría resuelto de verdad el problema de los taxistas.

Con la prohibición establecida desde ayer ya en ambas capitales, lo que se pretende es mejorar los resultados individuales de cada uno de los taxistas, que han sufrido las incidencias de una crisis larga y profunda, en la que se ha producido una caída importante del número de carreras, de usuarios y por tanto de ingresos.

La aplicación del sistema generó en su arranque en Santa Cruz cierta división de opiniones. Frente a las cooperativas de propietarios de licencias, partidarias en general de la aplicación del sistema, hubo fuertes críticas de los taxistas obligados a cumplir la nueva ordenanza. Muchos se quejan todavía hoy de la ineficacia del sistema de turnos como mecanismo para aumentar los ingresos de los taxistas. De hecho, la respuesta de la mayoría de los taxistas ha sido continuar trabajando más o menos el mismo tiempo a la semana, añadiendo a la jornada un par de horas de conducción, superando así en muchas ocasiones las doce horas diarias al volante. Un esfuerzo excesivo y probablemente desaconsejable.

El argumento en contra del sistema de turnos que manejan quienes ya han ensayado el sistema es simple: el número de usuarios del servicio no va aumentar por que haya menos taxis en la calle, y por tanto, al final de la semana no va a haber más dinero para repartir. Eso es cierto, pero también lo es que las jornadas de trabajo -habiendo menos taxis en circulación- serán más productivas. Y no habrá más ingresos, pero al no sacar el coche a las calles durante dos días, debe haber una reducción de los gastos en gasóil, reparaciones, neumáticos... con lo que a fin de mes mejorarían ligeramente los resultados de explotación. Los cálculos planteados estos días por el Ayuntamiento de Las Palmas indican que esa mejoría podría rondar unos cincuenta euros al mes, algo que no es gran cosa cuando ese mismo ayuntamiento cifra en unos 3.500 euros brutos los ingresos medios mensuales del taxi. Cincuenta euros de 3.500 parece muy poco beneficio para justificar la obligación de cumplir con una libranza que a la postre pudiera ser más cosmética que aportar beneficios económicos reales.

Por eso, lo que hay que hacer es empezar a poner en valor el que los taxistas descansen -igual que la mayoría de sus convecinos- dos días a la semana. Y si aún fuera posible, acudir a políticas de incentivo en vez de a mecanismos de castigo. ¿Sería demasiado oneroso para los ayuntamientos compensar con deducciones o subvenciones y durante dos o tres años la aceptación del sistema de turnos? Probablemente no. El problema es que la cultura política municipal suele preferir el palo a la zanahoria...