la señora Colau no le gusta que los militares españoles tengan nada que ver con la educación. Es la suya una opción tan legítima, como que a muchos no nos guste que la señora Colau tenga nada que ver con la gestión pública de la ciudad de Barcelona. La señora Colau es -quizá, puede, a lo peor, no lo ha dejado nunca del todo claro- confusamente partidaria de la independencia de Cataluña. Por eso, uno no sabe si su oposición a que el Ejército participe en un foro sobre educación celebrado en la Fira de Barcelona es porque el Ejército lo integren militares, o porque este Ejército sea español. Se puede ser independentista (o no, o sólo quizá, a lo peor, etcétera), pacifista, incluso antimilitarista, y serlo de forma consecuente y educada. Lo que pasa es que yo creo que la señora Colau está más bien en el postureo de las declaraciones ante cámara, que es una forma bastarda de estar en política en la que hoy se ha instalado esa parte emergente de la izquierda española que cree que todo deber resolverse a golpe de twiter, comunicado de prensa o declaración asirocada. El Ejército mantiene un convenio con la Generalitat, que es el que permite mantener su estand y su presencia en el Salón de la Educación organizado por la Generalitat. Si la señora Colau no quiere ver más al Ejército español en ningún acto, por eso de que le respeten los espacios, puede pedirle a la Generalitat que se carguen el convenio, o puede sencillamente dejar de ir al Salón, para no correr el grave riesgo de exponerse a que alguien la vea siendo saludada por dos soldados. Lo que no debería es faltar el respeto -con publicidad y alevosía- a una institución invitada a participar en un acto por la misma instancia que la invitó a ella. Hacerlo demuestra que la señora Colau es bastante malcriada y grosera. Y que no considera que el respeto entre instituciones será -como es- una de las condiciones para que la democracia funcione.

Pero yo no me preocuparía demasiado por la falta de respeto y educación de la señora Colau, más llamativa si cabe en un acto sobre Educación. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, el Ejército es hoy -y desde hace ya más de dos décadas, de forma ininterrumpida- la institución más valorada de la vida pública española, muy por encima del Ayuntamiento de Barcelona, la justicia, la política, el periodismo o la misma monarquía. Algo tiene que ver con esa percepción favorable del Ejército la transformación de la milicia en una organización al servicio de los valores constitucionales del país, en su extraordinaria entrega y eficacia en misiones de paz fuera de nuestras fronteras, y en la modernización y profesionalización de sus unidades y mandos de acuerdo con las directrices de la defensa europea y atlántica. Pero -sobre todo- creo que al Ejército se le respeta en este país más que a otras instituciones, por su decidido alejamiento del debate público, especialmente de su forma más agresiva y ruidosa, que es la que se produce en el entorno de la política. Eso es importante, como es importante que cada uno contribuya en la medida de su capacidad, fuerzas y talento a construir una sociedad más integradora, tolerante y vertebrada. La nueva política que la señora Colau y otros como ella representan parece creer que su función es alimentar las diferencias, romper los puentes y abusar de las posiciones de autoridad. Crear nuevas diferencias, en vez de disminuir las que existen, volver a dividir el país entre "ellos" y "nosotros", siendo el "nosotros" cada vez más restrictivo, más cerrado, más talibán.