Enrique Hernández Bento, delegado del Gobierno en funciones (o delegado en funciones del Gobierno, no lo tengo muy claro), es un señor de pico almidonado, pero siempre dispuesto. Comprendo que insista en defender la honorabilidad del exministro Soria, que es quien le puso en la Delegación del Gobierno, y antes en el Ministerio, y antes a su vera verita vera. Y además, lo que dice sobre Soria, que no ocultó sus apaños fiscales, que se equivocó, es la versión oficial sostenida por el PP, al menos hasta que pasen las elecciones. Luego ya veremos lo que da de sí esta defensa cerrada de la honorabilidad del ex. Pero insisto en que yo comprendo que Hernández Bento defienda a quien le puso donde está: es de bien nacidos ser agradecidos.

Lo que ni entiendo ni acepto es que este delegado del Gobierno, que dejó de ser la sombra de Soria en el Ministerio, y su portavoz en asuntos petroleros, para sustituir a su hermana en el puesto, y que debería haber durado como delegado unos pocos meses, se pase sistemáticamente por el arco de triunfo la obligada neutralidad institucional de su cargo, para opinar sobre cuestiones políticas, y sobre asuntos partidarios o liarla cada vez que le plazca. Ayer volvió a insistir en que el presidente del PP canario debe ser grancanario, porque es en Gran Canaria donde el PP dispone de su "principal nicho de votos". La afirmación en sí ya riza el rizo de la estupidez. Es como plantear que el presidente del PP nacional sea de Madrid porque es en Madrid donde el PP suma más papeletas. O que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, por el hecho de ser madrileños, tienen más legitimidad para liderar sus respectivos partidos que el catalán Rivera o el pontevedrés Rajoy para presidir los suyos. Una solemne memez... Jamás nadie había planteado vincular la elección al lugar de nacimiento. Para empezar, es inconstitucional: los partidos eligen a sus dirigentes al margen de su partida de nacimiento o de su residencia y lo normal es que lo hagan en congresos, respondiendo a las mayorías que se producen en ellos. O en ocasiones especiales -como le ha ocurrido al PP con el cese del señor Soria- por decisión de sus direcciones centrales. Si Génova decidió elegir al palmero adoptivo Asier Antona (que nació en el País Vasco) y al señor delegado no le gusta, debería ser más discreto, por lo menos mientras sea delegado del Gobierno para todos los canarios, palmeros incluidos.

En realidad, el argumento (por llamarlo de alguna manera) de Hernández Bento lo que esconde es una visión instrumental, mezquina y estrafalaria de esta región, en la que las personas sirven para algo (o no) en función de dónde son. La escasa experiencia de Hernández Bento en la política regional, su posicionamiento político y territorial lo inhabilitan para ser delegado del Gobierno. Porque un señor que representa al Gobierno de la Nación no puede declarar que "Canarias está escorada desde el punto de vista político a la provincia tinerfeña", ni preguntarse públicamente qué referente político, o qué figura de relevancia tendrá Gran Canaria tras el cese de Soria. Ni descalificar como referentes políticos al presidente del Cabildo grancanario, Antonio Morales, o a Román Rodríguez por ser de Nueva Canarias.

Lo que le ocurre a este menda es que no entiende que su función es ocuparse de los intereses del Estado en Canarias. En toda Canarias, no solo en las zonas limítrofes a la plaza de la Feria. El tiempo de los poncios que intervenían en la política local, poniendo y quitando caciquillos locales a su antojo, se acabó en 1977. Si don Enrique quiere hacer carrera en su isla, que deje la Delegación del Gobierno. Que lo haga ya.