Los hay decididos a jurar que lo de Granadilla es una conspiración del malvado Clavijo contra los socialistas. Personalmente no creo que sea así: la inopinada moción de censura, presentada a la zorruna por los concejales coalicioneros contra Cejas, responde más bien a cuestiones de orden local. José Domingo Regalado quiere ser alcalde en lugar del alcalde, y esa es la clave de la cuestión. Lo que no quiere decir que no haya en Tenerife gente que esto de la censura le ponga. Es recurrente referirse a la tensión que existe en las filas del PSOE por el pacto con Coalición, pero es menos frecuente hablar de la frustración de los nacionalistas tinerfeños que tuvieron que aceptar el pacto con el PSOE. Carlos Alonso, por ejemplo, no habrá llamado a Regalado para regañarle.

La cuestión es que esta censura en Granadilla llega en un momento de manifiesta tirantez en el Gobierno, fruto de un creciente desentendimiento entre socialistas y nacionalistas: la ley del Suelo y los dineros de Sanidad han demostrado la existencia de dos formas poco conciliables de entender el territorio y la Sanidad Pública. Lo del Suelo es cuestión de matices, pero la Sanidad es puro ADN socialista: el consejero Morera cometió errores de cálculo, infló las listas de espera, adelgazó unos kilos el negocio de la privada y gastó un siete por ciento más que el año pasado. Pero Clavijo entró al trapo con escasas sutilidades. Peca de exceso de confianza en su "baraka", en su buena estrella. Para aprobar las leyes que le interesa sacar adelante, cuenta con mayoría parlamentaria suficiente haga lo que haga el PSOE, gracias al apoyo del PP y de Curbelo. Y no soporta ni las indefiniciones socialistas, ni que su Gobierno funcione por separado y a dos velocidades. Está de verdad más que harto de hablar con medianeros. Y con los que no lo son, no se entiende. Vive cíclicamente sometido a la tentación de ningunear a los socialistas y enrocarse en las garantías que le ofrecen el PP y Curbelo.

Pero este es su Gobierno, es el pacto que él quiso y que guisó, y es su firma la que está estampada bajo el acuerdo de Granadilla, garantizando la estabilidad del municipio. Tiene que resolverlo él. No se trata de que confíe en que la situación se reconduzca. Se trata de que si no la reconduce personalmente, el día 27 el PSOE habrá dejado de gobernar en Granadilla y en Canarias, y a partir de ese momento -o quizá incluso antes- Clavijo no tendrá un Gobierno que apruebe el cierre anticipado del presupuesto, que sea capaz de frenar la marea de dimisiones y protestas que se prepara en Sanidad, y que equilibre la doble geografía política que en solo año y medio ha vuelto a dividir y enfrentar a las instituciones de esta región.

A Clavijo le conviene parar esta censura, a Canarias no le viene bien una quiebra del Gobierno ni un dominó municipal. Pero no le va a resultar fácil arreglarlo. Sobre todo si cree -como ha dicho- que de esta cuestión deben ocuparse otros en su partido. Porque fue él quien firmó este acuerdo. Porque él sigue siendo secretario general de Coalición en Tenerife. Y porque es la única persona capaz de parar esta censura, y aún a él le va a costar bastante. Cuando la censura minúscula de Frontera, se implicó hasta la médula, presionó al PSOE hasta el disparadero, y logró darle la vuelta. Si Frontera valía la estabilidad de su Gobierno, supongo que Granadilla también lo vale. Quizá no lo consiga, o decida no mojarse y espere a ver cuánto puede estirarse la cuerda del PSOE sin romperse. Lo otro es un salto sin red, una huida hacia adelante sin marcha atrás, ni garantías. Una apuesta.