Se ha mudado justo enfrente de donde ha estado 60 años. La Garriga, el templo del bocata de tortilla para muchos chicharreros, funciona a tope desde hace unos días en la misma calle Pérez Galdós de Santa Cruz, pero ahora en el número 24 y no en el 17. Lorenzo Cabello es uno de los rostros más reconocibles del negocio que gestiona una sociedad de tres personas con diez empleados. Justifica el traslado a una sede de unos 200 metros cuadrados en que "ya no cabíamos y el local estaba bastante deteriorado". Por lo tanto, "había que renovarse para ofrecer el marco adecuado para el trabajador y el mejor servicio a los clientes. A los habituales y a los que llegan por primera vez a nuestro establecimiento".

Ayer se cumplían ocho días desde la apertura (con retraso por diversas circunstancias) y el amplio local estaba de bote en bote a las once de la mañana con todas sus sillas y taburetes llenos tanto en mesas como en barra. Detrás del mostrador no daban avío y Lorenzo asegura que "ha sido igual todas las mañanas". Relativiza las críticas en las redes sociales sobre la calidad del pan o el sabor más o menos "auténtico" del bocata mítico de tortilla de chacina. Cabello garantiza que "la fórmula es la misma, la de siempre. Así se lo dije a un cliente que preguntó y le comenté que trajera un notario para dar fe". Señala que "la oferta será un poco más amplia pero el producto y la atención seguirán siendo las mismas de antes".

La Garriga elabora unos 800 bocadillos al día -3.000 en fechas especiales como Reyes- con dos puntos "asociados" en La Cuesta y Ofra a los que surten de la mercancía "original". Ahí sigue y sus bocatas de tortilla, también.