Carlos Alonso ha vuelto a dejar clara su indignación personal con Ornella Chacón, por el retraso en el cumplimiento de los acuerdos pactados en Presidencia del Gobierno a finales del pasado mes de junio. En ellos, la Consejería se comprometió a mantener informado al Cabildo de las inversiones a corto plazo en la red viaria de la isla, y a buscar una solución urgente a la congestión de la TF-1. Alonso asegura que no ha recibido respuesta de la consejera a ninguna de sus peticiones de información. Y lo hace en un momento crítico, añadiendo más fuego a un caldero ya en ebullición, precisamente cuando el Gobierno que preside Clavijo intenta laboriosamente sobrevivir a la "afrenta de Granadilla". Adrede o no, Alonso se está convirtiendo en el principal obstáculo para mantener el pacto. De hecho, él es partidario de romperlo. Está convencido de que la Presidencia del Gobierno se ha convertido en una suerte de jaula para los presidentes tinerfeños, que acaban sucumbiendo a la presión de lo regional y se instalan en un equilibrio exquisito que a la postre perjudica a Tenerife. Eso -cree Alonso- es lo que le pasó a Hermoso, a Adán Martín, a Rivero y ahora a Clavijo.

El hecho es que tiene razón: la Presidencia del Gobierno regional incorpora obligaciones y desarrolla complejos. Todos los presidentes de origen tinerfeño han tenido que demostrar su neutralidad y voluntad de equilibrio con Gran Canaria. Pero es que eso también ha ocurrido con los presidentes de origen grancanario en relación con Tenerife. Le pasó a Saavedra, acusado por sus vecinos de haberse vendido a Tenerife, y a Olarte, y también -aunque menos- a Román Rodríguez, que fue más hábil y supo currarse al electorado grancanario, mientras se adornaba sin complejo alguno de retórica regional. Alonso se equivoca si cree que la Presidencia del Gobierno regional puede ser algo más que una jaula, porque ningún otro cargo público de esta región está más sometido a observación y crítica. Y hoy -con los medios y los partidos dispuestos a una crítica sin contemplaciones- el equilibrio es la única opción posible.

Otra cosa son los problemas de gestión: los recurrentes y asfixiantes atascos en las principales carreteras tinerfeñas se han convertido en la mayor obsesión de Alonso. Y no es para menos. El cierre del anillo insular liberaría de tráfico con destino a los municipios turísticos del Sur -se han calculado 20.000 automóviles- la circulación de la autopista del Norte. Alonso ha propuesto entregar hasta 200 de los 300 millones que hacen falta para acelerar las obras, pero precisa que la Consejería delegue la competencia, porque la intervención del Cabildo prevaricaría si liberara esos recursos si no es el Cabildo quien adjudica. Se trata de repetir el sistema planteado con éxito para acelerar el Hospital del Sur, de titularidad regional, pero financiado en parte con fondos propios del Cabildo. La Consejería se niega a aceptar esa fórmula, pero no aclara por qué la considera inadecuada o inviable, y la mayor parte de los tinerfeños no entendemos que la oferta de poner dinero de aquí en las carreteras de aquí se haya enquistado y envenene las relaciones entre Gobierno y Cabildo.

Uno tiene la impresión de que el atasco no responde a dificultades técnicas o competenciales, que en otras ocasiones se han resuelto. Yo creo que tiene nombres y apellidos, concretamente los del socialista José Luis Delgado, director general de Carreteras y exconsejero del Cabildo de Tenerife, enfrentado a Carlos Alonso desde hace años. Cada vez que Alonso dice negro, Delgado dice blanco. O al revés. La relación está completamente encanallada, pero Alonso no señala nunca públicamente a Delgado, y dispara siempre contra la consejera, con riesgo de sacarle -por elevación- un ojo a Clavijo.

Mientras tanto, todo lo que tiene que ver con las carreteras se retrasa. Y al final, lo de menos es de quién sea la responsabilidad de ese retraso. Cada uno de los actores de esta historia pensará que la culpa es del otro. Pero los que tienen que esperar atascados horas en las carreteras los van a juzgar a todos por el mismo rasero.