Por unanimidad en el caso de Coalición, y en el del PSOE con sólo dos votos en contra de 87 asistentes, los dos partidos que sostienen el pacto canario refrendaron el último sábado el pacto renegociado por sus direcciones. Cauterizan y vendan con ello sus heridas más recientes y recomponen sus manejos. Un espectáculo poco edificante, según reconocía el mismo viernes el presidente del Gobierno, Fernando Clavijo, que se vio forzado a intervenir personalmente para salvar los trastos de un acuerdo encanallado por las continuas deslealtades municipales. Ahora, hay que ver si Coalición será o no capaz de cumplir lo que han firmado y confirmado, y podrá meter en cintura a sus concejales díscolos en Tenerife. Si no lo logran deberán expulsarlos, o podríamos volver a estar dentro de tres semanas como al principio. Aunque espero que no. No hay mal que cien años dure ni -como se ha encargado de recordarnos el negociador Francisco Hernández Spínola- "plan B" que lo resista.

Ahora hay que sacar los presupuestos, y recuperar la presión negociadora frente al Gobierno de Rajoy: financiación, REF, convenios, reforma del Estatuto... muchas cosas para una legislatura nacional que la mayoría se empeña en vaticinar como muy corta, aunque lo de adelantar elecciones no suele ser muy del estilo de don Mariano. Mientras comienzan a resolverse los problemas pendientes, aparecen nuevos. Uno de ellos, el creado por la sentencia que legitima la presentación de la moción de censura que los socialistas herreños quieren colocar en Frontera. ¿Más de lo mismo?

En realidad, no. Resulta que Frontera -el conjunto de El Hierro, para ser más exactos- decidió renunciar a la protección del paraguas del pacto. Si el PSOE y Coalición quieren desangrarse mutuamente en Frontera, será muy desagradable y generara poca confianza y esas cosas que se dicen, pero Frontera no tiene nada que ver con este pacto. Los herreños decidieron quedar al margen, hace año y medio, allá ellos, con su pan se lo coman, y la próxima se lo piensan.

Aunque esto debe servir para plantear una breve reflexión sobre un asunto que se ha convertido en mantra de políticos y opinadores varios durante los últimos meses, que es la inutilidad de los pactos en cascada. Yo siempre he dicho que los pactos en cascada son necesarios. Lo que es inútil es plantear pactos en cascada donde se sabe que no van a cumplirse, excepto que los partidos estén dispuestos a asumir el sacrificio de hacerlos cumplir. Los partidos no pueden obligar legalmente a sus concejales a seguir el criterio de sus direcciones. Pero si pueden expulsar a quienes no acaten las decisiones mayoritarias. Es más, si no lo hacen, los partidos se vuelven ingobernables y la política se convierte en pura taifa. Cuando una organización decide por mayoría algo, la minoría tiene que asumirlo, aunque no le guste. La democracia funciona así.

Ahora, por ejemplo, los mismos que no quieren pactos en cascada, exigen que no haya censura en Frontera. ¿Y por qué no debería haberla, si existe una mayoría que la reclama y que no está sujeta por ningún acuerdo? En Canarias existen demasiados partidos, es muy difícil conseguir mayorías estables para gobernar. Renunciar a los acuerdos en cascada es introducir una mayor inestabilidad en las instituciones. Y quien habla de Frontera habla de cualquier otro sitio.