Desde el viernes pasado, cuando los socialistas decidieron votar las enmiendas de la oposición -PP y Nueva Canarias- sobre el reparto de los fondos del Fdcan, Canarias se convirtió en una algarabía de dimes y diretes, rumores interesados y noticias fabricadas. Un rebumburumbio a cuenta de una supuesta e inminente moción de censura contra Fernando Clavijo, con Patricia Hernández como candidata alternativa. Nadie duda que -después de un cuarto de siglo en el poder- a Coalición hay mucha gente que le tiene ganas. Pero articular un acuerdo de gobierno al margen del actual es muy difícil, no solo porque la matemática parlamentaria no acompaña, también porque la situación política nacional, con Rajoy pendiente de aprobar los presupuestos del Estado, tampoco permite muchos juegos malabares. Sin embargo, a pesar de que la razón apuntaba desde el primer momento a la dificultad de un acuerdo alternativo al actual, el PSOE ha hecho todo lo posible por forzarlo, incluyendo la última indignada espantada de la Comisión de Cabildos del Parlamento, más propia del teatro podemita que de la cultura parlamentaria del PSOE.

Podría decirse que Patricia Hernández, con su nuevo formato de gestos y desplantes, quería disparar a Clavijo en la cabeza, pero ha errado el tiro y se ha herido en su propio pie. La ruptura de la unidad de voto en el Gobierno y el Parlamento, y su correlato de numeritos parlamentarios, suponen un golpe más duro a la estabilidad del Ejecutivo que la censura de Granadilla o la indisciplina de los concejales de Puerto de la Cruz y la alcaldesa de Arico. No solo porque llueve sobre empapado, sino porque produce una quiebra de la confianza no ya entre los partidos sino entre las personas. Y son las personas las que hacen la política. El Gobierno que algunos defendimos como el menos malo de los posibles en Canarias está más bien difunto: se sostiene cual zombi, a la espera de que el PSOE vuelva a dispararse, esta vez en la cabeza, en la votación plenaria de los presupuestos. En ese momento, Clavijo tendrá necesariamente que cesar a sus consejeros socialistas. Y sigue pareciendo poco probable que después se enfrente a esa moción de censura anunciada -con fecha y todo- por la competencia. Porque de la reunión entre Patricia Hernández y Clavijo del domingo, ha trascendido que ella dijo que nunca había pensado presentar la censura. Podría ser una patraña de la propaganda clavijista, pero el portavoz socialista, Lavandera, dijo públicamente ayer lo mismo: que el PSOE no está en la censura. Y Manolo Domínguez, partidario junto a los Bento de un acuerdo con el PSOE, también dijo ayer que el PP no va a sumarse, que la censura no tiene ni un tres por ciento de posibilidades de ser apoyada por el PP. O sea: que mucho ruido y pocas nueces. Este parto de los montes alumbra un nuevo ratón.

No es nuevo. Lo escribió Samaniego en sus ''Fábulas'': "...Después que con bramidos espantosos / Infundieron pavor a los mortales, / Estos montes, que al mundo estremecieron, / Un ratoncillo fue lo que parieron." Samaniego explica también el origen del ruido: "Hay autores que en voces misteriosas / Estilo fanfarrón y campanudo / Nos anuncian ideas portentosas; / Pero suele a menudo/ Ser el gran parto de su pensamiento, /Después de tanto ruido, solo viento..."

No me explico cómo un partido como el PSOE se ha dejado empujar a la charca de la censura, sin comprobar primero si en ella había algo más que barro.