En un ambiente de lleno total navideño, en la sala central de la Delegación del Gobierno, la flamante delegada, Mercedes Roldós, tomó ayer posesión de su cargo con un discurso plagado de referencias a la nueva etapa de diálogo, acuerdos y consensos que debe presidir la política española. Roldós demostró sin duda estar en sintonía de lo que sus jefes esperan de ella, porque la intervención del ministro Juan Ignacio Zoido Álvarez, responsable de Interior, caminó por los mismos derroteros del cambio de actitud del Gobierno, el mandato consensual de los ciudadanos a sus representantes y la necesidad de un tiempo de reformas pactadas entre todos los partidos, que -para entendernos- lo que quiere decir en realidad es entre todos los partidos menos Podemos, Esquerra y Bildu. Parecía como si una máquina del tiempo traída por el ministro hubiera agarrado por las chaquetas, vestidos de cóctel y percales a los presentes y presentas y los hubiera depositado en el año 77, pero sin pelambres ni gafas de pasta ellos, ni laca en las permanentes las vikingas señoras... Consenso, pactos y acuerdos, como misión última del Gobierno. En fin, no hay nada como la ausencia de mayorías para que la política recupere el camino de la cordialidad y el entendimiento. Y que ustedes lo vean. Hubo más: el ministro Zoido, padre de un hijo nacido en Lanzarote, juez de ascenso en Arrecife en sus años mozos, y luego magistrado del número tres en La Laguna, alardeó de su conocimiento y afecto por las islas, sus singularidades y especificidades, se refirió con probado conocimiento de causa al REF y al Estatuto, pero olvidó incluir al Cabildo de Gran Canaria en su repaso saludatorio a las autoridades, levantando un minúsculo pero muy perceptible murmullo. Bastante más notable fue el escuchado algunos minutos antes, cuando un propio de la Delegación explicó -antes de empezar el acto- que la cosa se retrasaba porque estaban a la espera de que llegara el presidente Clavijo. Estaba abajo en el coche, esperando para entrar con el ministro, que fue el que llegó tarde. Pero si las élites de la isla representan el sentir de sus ciudadanos, Gran Canaria no se siente cómoda esperando por Clavijo. Y esa fue la primera lección del acto.

La segunda, que la derrota es olvido: Hernández Bento se acercó por allí esperando ser recibido en triunfo, pero acabó de convidado de piedra. Ni una mención de la Roldós o el ministro. Ni un premio de consolación en la pedrea de los gestos. Se pasó los prolegómenos del acto poniendo a parir a los que le nombraron a él y ahora a su sustituta, y se fue como alma en pena al acabar. Su hermana Mari Carmen aguantó el chaparrón con elegante disposición, una discreta sonrisa y cara de llevar la procesión por dentro.

Tercera lección: perder el poder mata... Clavijo llegó tarde y se fue pronto. Llevaba en la mochila (metáfora) el peso de la última reunión con Fraga y Patricia Hernández, la tarde-noche del miércoles. Ambos querrían seguir, incluso a costa de tragar con la entrega de los fondos de empleo a los Cabildos. Pero el murmullo de Gran Canaria en el PSOE es casi un grito. Si la vicepresidenta se va, la lincharán los mismos que le piden en su partido que coja puerta, es cierto. Pero si se queda, si aguanta otra más, le pasaran factura sus consejeros, sus asesores, los periféricos del PP y todos los que le tendieron la trampa de la censura. Difícil elección, elegir entre el suicidio o fumar tres paquetes diarios. Ella quema rubio americano. Es su costumbre y es difícil cambiar la costumbre. Pero a veces pasa.