José Luis Rodríguez Zapatero estuvo en Las Palmas participando en un foro con formato de desayuno de trabajo al que asistieron empresarios, políticos y medios de comunicación. Zapatero se estrenó el día antes, en la Escuela de Invierno del PSOE de Las Palmas, apostando por la candidatura de Susana Díaz a la secretaría general socialista. Su apoyo fue claro: alabó la "madera de líder" de la presidenta de Andalucía y pidió a los afiliados del PSOE reducir la tensión y pasión con la que se han lanzado a estas primarias, en las que el PSOE parece jugarse su propia existencia...

En su segundo día en Las Palmas, delante de una taza de café, Zapatero cambió el registro, quizá porque también cambió de público, o porque -como tantos otros presidentes "jubilados"- quiso exorcizar su propio síndrome de jarrón chino con un cóctel de reflexiones en voz alta sobre su pasada experiencia como mandamás en el Gobierno de España y en el PSOE; sobre el estado actual del país y sobre los retos a los que se enfrenta el planeta. Lo hizo tirando de ese buenismo y talante que siempre le han definido y planteando un diagnóstico esperanzado sobre la situación de un país, según dijo, menos crispado que otros de nuestro entorno, sin partidos políticos de ultraderecha xenófoba y más vertebrado de lo que la mayoría de los españoles pensamos.

También se mostró optimista y seguro sobre el devenir de este mundo que otros vemos ya en preguerra fría, y que Zapatero considera que ha avanzado extraordinariamente estos últimos años en materia de justicia social, democracia y redistribución de la riqueza, gracias a la globalización, esa hijuela tan discutida de la internacionalización del comercio. Zapatero, que no actuó precisamente como un socialdemócrata durante su gobierno (estaba empeñado en cosas tan poco socialistas como el cheque bebé o el reparto del excedente de los impuestos a los ciudadanos vía talonario), sí se presenta ahora como tal, y señala que el principal reto que afronta hoy la izquierda europea es entender los cambios y transformaciones imparables que han traído a la economía y la sociedad de principios de este siglo XXI la última revolución tecnológica y la generalización del intercambio de productos, servicios y mercancías que hoy se produce a escala mundial.

Nada de eso es muy novedoso, Zapatero no nos descubre la pólvora: llevamos hablando de las incógnitas de este "brave new world", desde que las redes y los dispositivos se instalaron en nuestras vidas y las cambiaron para siempre. Pero en esta nación nuestra, plagada de dirigentes cada vez más mediocres y acobardados ante el populismo, incapaces de entenderse entre ellos, de dialogar y ponerse de acuerdo, en este país de políticos que sólo piensan en resultados electorales y en el reparto de poder, escuchar a alguien que aún quiere decir cosas y hacerlo sin aspiración alguna a volver a mandar, eso sí que resulta una novedad.