Quien esperara de Asier Antona un mandato blandito, lo lleva crudo. El hombre es suave en sus relaciones con los ciudadanos, los medios de comunicación y con los otros partidos, pero bajo un guante de algodón acolchado, Antona resulta ser duro y coriáceo cuando se trata de gobernar el PP. En eso, recuerda al que fuera su jefe en pasados tiempos, José Manuel Soria: Antona tampoco hace prisioneros. En otro partido quizá eso estaría mal visto, pero el PP es un partido disciplinado, en el que se asume que quien gana tiene derecho a mandar y a hacerlo sin muchas sutilidades...

En realidad, lo que ha ocurrido en Fuerteventura es una guerra abierta entre facciones del PP: Águeda Montelongo, después de rescatar el voto conservador majorero para el PP, arrebatándoselo en una durísima guerra cuerpo a cuerpo a su antiguo compañero el Márqués de La Oliva -Domingo González Arroyo-, se había posicionado a favor de la candidatura de Cristina Tavío, y frente a la de Antona, en las primarias para la presidencia regional del PP. No logró ganar en su propio corral majorero, y en la preparación del Congreso insular se desataron los odios jacobinos entre ella y los que avalaron a Antona en la isla, que son mayoría. Hay que reconocer que esa pelea a cara de perro por el control del PP de Fuerteventura, Montelongo, hasta el jueves presidenta del PP en la isla, se metió en un buen berenjenal, al enfrentarse con la comisión de garantías del partido, decretando "manu militari" la expulsión de un centenar de afiliados, acusados de doble militancia. Alguien debió convencer a Madrid que la medida perseguía no sólo limpiar los censos de militantes fraudulentos -que los había-, sino también influir en el desarrollo del Congreso. Y Génova no pasó por ahí.

Su cese y la creación de una gestora controlada desde la dirección regional, con el grancanario Carlos Ester al frente, no es una intervención neutral, sino -con la aquiescencia de Génova- la demostración pura y dura de que quien hoy controla el PP en Canarias es un palmero de modales tranquilos y determinación férrea.

Ahora le toca a Asier Antona, el nuevo jefe del PP en las Islas, demostrar que no sólo es capaz de acertar con el control de su partido, sino también en la dirección de la política de alianzas del PP canario. Aunque él se resiste a reconocerlo, parece lógico que el PP quiera entrar en el Gobierno de Clavijo, y hacerlo también mandando, consolidando desde el Gobierno un liderazgo partidario desde el que ha tenido que ejercer con dureza, pero sin compensar a una fauna -la suya- que añora volver al poder regional, del que fueron alejados hace ya más de seis años. Probablemente esa decisión debería haberse materializado desde el mismo momento en que el PSOE salió del Gobierno, pero no tendría mucho sentido cerrar un pacto nuevo sin tener aún claro si el PP y Coalición habrán de verse las caras -compitiendo electoralmente por el mismo espacio en Tenerife, y con el rechazo de sus votantes grancanarios a una alianza con Coalición- a la vuelta de la esquina.

Por eso hay que esperar, al menos, a la aprobación de los presupuestos, o quizá probablemente a que el PSOE resuelva (o no) sus problemas internos. Hasta que esas dos cosas ocurran, el patio seguirá muy revuelto, y las posibilidades de adelanto electoral estarán ahí. Mientras, Antona juega a dos bandas: no permite que el Gobierno se desplome, pero le aprieta de vez en cuando la soga al cuello con asuntos menores... Y en esa dialéctica van a seguir por lo menos un tiempo.