El casco lagunero acogió el pasado jueves el desfile cultural de diablos y tarasca, parte de los ritos antiguos del Corpus y que volvió a mostrarse como una cita colorista, con danzas, gigantes y cabezudos, bandas, los gremios... Pero había detrás otra historia con origen en la Punta del Hidalgo y, en concreto, en el taller de Ibrahim Hernández.

El joven imaginero recibió el encargo del Ayuntamiento de La Laguna de crear un águila y un pelícano que forman parte del acto, y se puso manos a la obra durante en torno a un mes y medio con corcho, papel y plumas naturales, en su primera incursión con este último material. Más allá del resultado -su impresión es que la gente "quedó contenta"-, es esta otra demostración de cómo el escultor ha sido capaz de reinventarse. Y es que lo suyo es el ámbito religioso, donde sorprendió como autodidacta en su infancia y a los 13 años fue a formarse a Córdoba. Después llegó la crisis y Hernández se abrió a otras vertientes creativas. Como se aprecia en este caso, también con nivel.