En unas declaraciones para el público lanzaroteño, que han tenido nulo eco regional, el excoordinador del Festival Internacional de Música de Canarias, el clarinetista Nino Díaz, ha lamentado la "campaña de desprestigio" contra su consejera, la también lanzaroteña Mariate Lorenzo, y la "fuerte politización" del festival. La verdad es que hay que tener el rostro de cemento para decir eso, después de haberse pulido por la cara casi medio millón de euros más de lo presupuestado, haber espantado al público tradicional sin atraer a ese nuevo público que se buscaba, y haber convertido el festival en un instrumento de clientelismo político y reparto de canonjías a los amigos. No reconozco ninguna campaña contra la consejera de Turismo, pero sí distingo el desastre protagonizado por un nutrido grupo de asesores -mantenidos contra viento y marea- que la han conducido a un modelo de festival no deseado ni por el público abonado, ni por los teóricos nuevos públicos, que respondieron vaciando las salas. Nino Díaz insiste en que sus datos aseguran que hubo más público. Es verdad que al atomizar los conciertos en pequeñas salas con pase gratuito o precio muy reducido, el control de asistencia no ha sido tan claro como cuando se venden las entradas. El número de espectadores a esas salas podría sumar alguno más, pero tengo fundadas dudas de las cifras de espectadores ofrecidas por Nino Díaz a la consejería: en La Graciosa se contaron 14 espectadores (las imágenes siguen en internet), y los responsables cifraron la asistencia en 150 personas. Y está por comprobar cuántos de los supuestos asistentes acudieron invitados: ¿es posible que alguien pagara por escuchar conciertos de música experimental, que tienen su foro en asociaciones de compositores y musicólogos bien asentadas en las dos provincias? Personalmente, lo dudo. Manipular datos de asistencia es más fácil que manipular las cuentas, y las cuentas son aplastantes.

Y además de aplastantes, huelen mal. Ya se conocen algunas contrataciones realizadas por Nino Díaz entre gente de su cuerda, con media docena de "interinos", algunos de ellos con un coste de tres mil euros mes durante la duración de los trabajos del festival, o contratos justo en la cantidad límite de lo que permite la contratación a dedo, con personas muy próximas a Nino Díaz, y por servicios cuyo objetivo era -por ejemplo- asegurar que la opinión publicada sobre el festival era favorable.

Pero todo eso son milongas, según Nino Díaz. El festival ha salido estupendamente, el desastre que ha supuesto y las pérdidas que habrá que pagar apretando en otros proyectos culturales "no tienen que ver con la programación" sino con la politización y con "las presiones de quienes movían los hilos". Podría dar nombres, porque de momento, en relación con este asunto, del que los medios empezarán a hablar con más detalle, ahora que ya están las cuentas en el Parlamento, el que quiere seguir moviendo los hilos es precisamente Nino Díaz: ¿acaso no los mueve para colocar a un acólito suyo y seguir con el "bissnes"? Y más cachondeo aún, acusar de politización a los demás. La paja en el ojo ajeno: ¿no fue precisamente Nino Díaz nombrado a dedo por la consejera, siendo asistente parlamentario del presidente de Coalición en Lanzarote? ¿No salieron a defenderle en tromba a él -militante de Coalición Canaria- todas las autoridades conejeras? Pero... ¿de qué politización nos habla este menda?