La Seguridad Social ha tenido que dedicar el mes de junio casi 9.000 millones de euros al pago de pensiones. Se trata de un nuevo récord histórico, que supone un aumento de más del tres por ciento sobre lo que hubo que pagar el mismo mes del año pasado. Y ahora, habrá que hacer frente a la paga extra, para la que ya no queda dinero suficiente en la reserva, que el Gobierno de Mariano Rajoy saqueó sistemáticamente estos últimos años para pagar otras facturas.

Para los pensionistas, realmente lo de menos es si el dinero sale de la caja de la Seguridad Social o sale de los Presupuestos Generales del Estado, lo importante es que salga, que podamos hacer frente a las jubilaciones -más de 6.000 millones- las pensiones de viudedad -más de 1.500- y el resto, pensiones de orfandad, incapacidad permanente, que suman algo más de mil millones. Lo grave es que el dinero que el Estado debe dedicar a este rubro crece de forma constante: en 2006, las pensiones sumaban 5.300 millones de media al mes, y no han dejado de crecer hasta los 8.747 millones que ha sido necesario desembolsar en junio, sin contar la paga extra.

Pero esto no acaba aquí: el porcentaje de población de 65 años y más, que actualmente se sitúa en el 20 por ciento de la población, pasará a ser de más del 25 por ciento en 2030 y del 40 por ciento en 2060. En Canarias será incluso mayor. Si se mantiene la tendencia demográfica actual, la tasa española de dependencia (es la relación entre la población menor de 16 años o mayor de 64 y la población de 16 a 64 años, es decir, entre quienes están en condiciones de sostener con su trabajo el sistema fiscal y las necesidades de la sociedad y quienes no lo están) superará el 60 por ciento en 2030, y en 2065 se acercará casi al cien por cien. Pero eso no es todo: seremos menos gente -alrededor de dos millones menos de españoles para 2065- pero seremos muy muy viejos: la población centenaria -las personas con cien o más años- se acercará a las 400.000 personas dentro de 50 años. Hoy son 14.000.

Estamos hablando, pues, de una población muy dependiente y envejecida, que supondrá una extraordinaria carga para el Estado y para los ciudadanos que trabajen, probablemente cada vez menos, porque la automatización y robotización habrá convertido el trabajo industrial y agrario en casi un recuerdo del pasado. La mayor parte de quienes estén ocupados lo estarán en el sector servicios, y el valor económico de las personas vendrá más determinado por su rol como consumidores (sin consumo no hay economía) que por su papel como productores, cada día menos relevante. Millones de personas realizarán tareas no productivas, y una población muy envejecida disparará las necesidades de cuidados y asistencia, los gastos sanitarios y la factura de la dependencia... ¿Cómo se pagará todo eso? Nadie lo sabe, aunque probablemente se hará con impuestos cada vez más centrados en gravar el consumo y la producción -la actividad económica- y menos las rentas o el patrimonio. Viviremos en una sociedad mucho más injusta que esta, una sociedad mantenida por un estado menos benefactor y muy centrado en su papel como recaudador. Una sociedad de personas mayores que necesitarán muchísimo dinero. La pregunta que hay que hacerse es de dónde podrá salir...