La Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Canarias acusó ayer al Gobierno regional de querer engañar a los ciudadanos, y a la consejería de Sanidad de poner en peligro la salud de los canarios por no informar de que las microalgas son tóxicas y por afirmar que no tienen relación con los vertidos de aguas residuales.

Azuzados por un periodismo en pie de guerra, cada día más instalado en el amarillismo y la ausencia de toda consideración ética, los partidos y asociaciones que hacen oposición al Gobierno -un gobierno en minoría y por tanto con mucha gente enfrente- comienzan a bordear el exceso. Cualquiera tiene el derecho de creer lo que le salga del occipucio, aunque sea falso. Pero es grave cuando se intenta imponer a los demás lo que uno quiere, a sabiendas de que es falso. Presentar las afloraciones de cianobacterias que han invadido nuestras costas como un grave peligro tóxico, causante de cánceres, hepatitis y otras gravísimas enfermedades, es de una responsabilidad que raya en lo criminal. "Blooms" de cianobacterias hay en muchos lugares del planeta -en el Mediterráneo, el Caribe y en otros mares tropicales- y la literatura médica no recoge ni un solo caso de los que algunos medios se empeñan en presentarnos, emulando el comportamiento de unas redes sociales en las que la batalla de la comunicación veraz parece ya definitivamente perdida. Lo importante no es probar lo que se dice, sino crear alarma, para que crezca la audiencia, o para desgastar a quien gobierna. Como si el Gobierno necesitara más desgaste del que ya le supone gobernar con el apoyo de tan sólo veintiún diputados de los sesenta que conforman el Parlamento de Canarias?

Pero los hechos son básicamente aplastantes: en relación con las mal llamadas microalgas, lo que sabemos sin lugar a dudas es que son colonias de cianobacterias (bacterias que tienen la capacidad de hacer la síntesis de la clorofila, como las plantas) y que se alimentan del nitrógeno que captan del aire. El crecimiento de las colonias es fruto del calor y no de los vertidos, aunque en los vertidos -algo menos en los que pasan por una depuradora- suele haber altas concentraciones de nitrógeno y fósforo. Sabemos también que, a pesar de los vertidos y de las cianobacterias, el estado microbiológico del agua de baño en Canarias es bueno. Lo certifican miles de pruebas realizadas por Salud Pública en lo que va de año. ¿Quiere eso decir que alguien con dos dedos de frente se bañaría en medio de una floración de microalgas y detritus flotantes? Por sentido común, yo evitaría hacerlo, de la misma manera que intento no pisar una caca de perro, respirar amoniaco, revolcarme en aceite industrial o dormir entre sacos de harina. Lo más probable es que ninguna de esas cosas me mate, pero -si puedo optar- yo prefiero no hacerlas. Y puedo elegir no bañarme justo donde hay una colonia de cianobacterias.

Sobre los vertidos, es indiscutible que hay que acabar con los vertidos indiscriminados y tratar el agua antes de tirarla al mar, cuya capacidad de actuar como gran disolvente y regenerador de nuestra porquería parece cada día más agotada. La depuración del agua y su uso agrícola es un indicativo muy claro del nivel de progreso y sensatez de una sociedad. En la nuestra -Canarias- se han hecho algunas cosas bien, la mayoría hace ya años, pero falta todavía muchísimo por hacer. Por ejemplo, acabar con los pozos negros que en varios municipios del norte de Tenerife amenazan con contaminar la capa freática y el agua de consumo. Pero de eso se habla muy poco, porque la porquería que se tira en los pozos -la que más daño hace- no flota a nuestro lado cuando nos bañamos.