El pasado 30 de agosto, los equipos de demolición comenzaron a derribar el mamotreto, el polémico edificio de aparcamientos de la playa de Las Teresitas, diseñado por el arquitecto francés Dominique Perrault, cuya penosa gestión administrativa desató una tormenta político-judicial que ha acabado con seis personas condenadas y dos políticos y una funcionaria entre rejas.

Ayer, algunos periódicos de Tenerife publicaban en primera imágenes de la demolición, como si esta hubiera comenzado el lunes. Es el efecto de la imagen: las palas mecánicas atacaron el edificio por su exterior, demoliendo parte de la cubierta, y como la imagen manda, fueron esas imágenes las que simbolizan el inicio de un derribo en el que se lleva ya trabajando mes y medio. Un derribo absurdo, ordenado por una sentencia judicial igualmente absurda. Los vecinos de Santa Cruz pagamos con nuestros impuestos el proyecto de edificación de Perrault, uno de los mejores arquitectos del mundo, y también la construcción de un edificio de aparcamientos que tenía que haber quedado enterrado, pero del que nunca vimos el resultado final. Y ahora pagaremos -porque probablemente no puedan hacerlo los concejales y funcionarios condenados- por su demolición. Todo para acabar construyendo otro edificio similar unos metros más allá.

Mientras aquí disparamos con pólvora de rey -la de nuestros impuestos-, en otros lugares, en Las Palmas de Gran Canaria, sin ir más lejos, un asunto muy parecido, el de la Biblioteca Provincial, acabó resolviéndose. Hoy la biblioteca es un precioso edificio construido sin las adecuadas licencias y permisos, pero salvado de la picota por el sentido común y la negociación entre los afectados. En Santa Cruz de Tenerife el sentido común hace tiempo que cedió a las disputas políticas: una funcionaria y dos concejales están en la cárcel por un asunto que no debió salir nunca de lo contencioso-administrativo, sin que nadie les haya acusado de robar, "solo" por haber prevaricado al invadir el espacio marítimo- terrestre, por haber cometido un delito contra la ordenación del territorio, al tramitar incorrectamente el expediente administrativo. Lo cierto es que el caso del mamotreto se vio infectado por el discurrir del "affaire" de Las Teresitas, y dio lugar a una sentencia -bendecida en todas las instancias y apelaciones- que atenta contra la razón. Una sentencia -a mi juicio- incomprensible. Pero incluso las sentencias incomprensibles, absurdas o contrarias al sentido común, deben ser cumplidas. Tenemos el derecho a criticar una decisión de los tribunales, pero cuando concluye el recorrido de una causa por las distintas instancias, y la sentencia se convierte en firme, lo único que queda es acatarla. Sin acatamiento de la ley y de las interpretaciones que de la ley hacen los jueces no son posibles la convivencia y la paz.

Santa Cruz ha perdido mucho dinero con esta causa, al menos los diez millones de euros que costó levantar el edificio. Tres personas purgan con prisión sus errores y otras tres soportan condenas sin entrar en la cárcel. Y la playa de Las Teresitas, en vez de contar con un edificio subterráneo emblemático, diseñado por Perrault, es hoy un sumidero de escombros, el mismo basural de ilusiones y deseos frustrados que es toda la playa, desde que la codicia y la estupidez se instalaron en ella?