En el mundo de la postverdad, internet manipulado por Rusia y los agitadores del populismo, una mentira suficientemente repetida se convierte en una verdad inapelable. Vivimos un tiempo en el que aquello de "¿Dónde va la gente? Dónde va Vicente..." se ha convertido en máxima. Para la democracia, la desaparición de la mentalidad crítica es una desgracia que agota a las sociedades occidentales y las coloca siempre a merced del que más grita, más recursos tiene y mejor manipula. Hay ejemplos sobrados de esa tendencia: uno de ellos es la victoria de Trump, arropado por las oficinas rusas (y propias) de mentiras en red y por la renuncia de millones de estadounidenses a usar la cabeza en vez de las tripas. Otra es el Brexit: una decisión absurda adoptada recurriendo a la agitación nacionalista y populista que hoy infecta y domina el mundo virtual y convierte mentiras de 140 caracteres en verdades incontestables. La brutalidad de la represión del Estado en Cataluña es una de esas mentiras. Denunciarlo no supone estar de acuerdo con la chapucera decisión de meter a la Policía y la Guardia Civil en el avispero catalán, sin instrucciones sensatas, sin inteligencia previa y con un operativo logístico hecho para dar argumentos (y sobre todo imágenes) a los independentistas, las que necesitaban para darle la vuelta a un golpe de Estado contra el Estatuto y la Constitución, con el apoyo de la CUP y Podemos. Porque han sido las imágenes de fornidos guardias vestidos de guerreros samuráis, golpeando con saña a "pacíficos votantes" las que han logrado darle excusas al discurso del independentismo: una cacofonía de protestas que ya alcanza alguna delicada sensibilidad europea, preocupada por las denuncias del Govern sobre ''ocupación'' militar de Cataluña y brutalidad policial?

La brutalidad ejercida por el Estado en Cataluña consiste en que doce mil agentes de la Policía y la Guardia Civil, confrontados (según el Govern) a dos millones y medio de votantes movilizados, con encontronazos en la calle, se ha saldado con cuatro personas hospitalizas, dos de ellas graves: un anciano que sufrió un infarto cuando estaba en su colegio electoral, y un hombre (no un niño, como no han parado de repetir los medios) que recibió el impacto de una pelota de goma en un ojo. El resto de los "heridos" denunciados por el Govern son personas que -en su inmensa mayoría- ni siquiera llegaron a los hospitales: fueron atendidos "in situ" de lipotimias, ansiedad, haber respirado gas lacrimógeno, golpes, rasponazos, contusiones? esa es la "represión brutal" ejercida por la "policía de ocupación".

Es cierto que mejor hubiera sido no tener ni un solo incidente. El Gobierno de España gestionó con increíble torpeza la respuesta del Estado a una insurgencia masiva. Pero tragarse sin anestesia la historia de la brutal represión, de la "vergüenza de Europa", da un poco de grima.

Por menos de lo que está a punto de ocurrir en Cataluña -una inminente declaración de independencia- la democracia más vieja de Europa, el Reino Unido, mantuvo Irlanda del Norte ocupada militarmente durante 30 años, con un saldo de 3.500 muertos. Quienes hablan de brutal represión policial (entre ellos esos mossos que han denunciado a la Policía después de pasarse las órdenes recibidas por el arco de triunfo) no deben saber de lo que hablan. Y esa suerte que tienen. Porque algunos sí recordamos aún lo que es una brutal represión policial. La que había en este país hasta 1976. Y en Cataluña también, mientras el Barsa -como el resto de los clubs, por cierto- obsequiaba dócilmente al Caudillo con sus medallas de oro?