Se habla demasiado. Y lo peor es que cada vez se habla más por escrito. Las redes se cargan de todo tipo de conversaciones sin sentido, en las que se parlotea sobre asuntos a veces complejos con extraordinaria ligereza. Con tanta ligereza, que la única opinión que se expresa sobre algo consiste en retuitear lo que otro ha dicho, o darle al me gusta, una acción que nunca deja del todo claro si lo que gusta es lo que se ha dicho, quien lo ha dicho o cómo lo ha dicho, que muchas veces son cosas bien diferentes. Twiter acaba de duplicar sus 140 caracteres, pero aún así no va a ser nunca el espacio idóneo para contrastar ideas. A lo sumo, sirve para enfrentar prejuicios o difundir ocurrencias divertidas (o no). Las redes se convierten en el terreno en el que nos insultamos a veces desde perfiles que nos identifican, a veces desde el anonimato. Uno puede disfrazarse de "Mencey Clavijo", de "Sobrino de Paulino", de "Calandraca" o de "Lucas el Pato", pero uno sigue siendo uno, aunque crea que los demás no lo notan. Camuflados o no, las obsesiones se perciben desde lejos.

Pero eso es solo una parte del problema. La otra es que hablamos con demasiada frecuencia de cosas que no entendemos. La culpa es probablemente del mal periodismo, de la televisión y de la presión de una sociedad que cree que estar informado es escuchar continuamente a gente que se pelea, o que dice lo primero que se le ocurre, con tal de que suene bien. Al final, parece que lo importante es a qué suena lo que decimos, y no decir algo que obedezca a un propósito, una lógica, una causa o un argumento.

Leo una entrevista a Ángel Víctor Torres, flamante secretario general del PSOE, llamado a convertirse, probablemente, en uno de los hombres clave de la política canaria en los próximos meses y años. Leo con alivio que no insiste en reiterar pasadas confusiones sobre la deuda pública o el REF fiscal, pero me aturde descubrir que patina de nuevo al pedir que se baje el IGIG en alimentos básicos, frutas y verduras "dada la obesidad que existe en las islas". Supongo que si lo hubiera dicho en internet ya tendría un montón de me gustas o corazoncitos. Porque nadie en su sano juicio estará en contra de que se facilite una alimentación más saludable. El problema es que resulta muy difícil bajarle el IGIC a algo por debajo de cero. La Ley 4/2012, de 25 de junio, ya establece que las frutas, verduras, hortalizas, legumbres tubérculos naturales, carnes y pescados que no hayan sido sometidas a elaboración o manufactura de carácter industrial" (es decir las que no han sido tratadas y mantienes todas sus cualidades nutricionales), tienen en el IGIC gravamen de tipo cero. Que yo sepa, es la tercera vez que una buena idea del secretario general del PSOE canario choca con el hecho de que no puede aplicarse, en este caso, porque ya es efectiva.

Cuando masacraron a Patricia Hernández por no saberse el PIB de Canarias dije algo así como que tampoco es imprescindible saberse el PIB para dedicarse a la política, aunque resulta bastante conveniente averiguarlo, sobre todo si aspiras a presidir el Gobierno. Torres ha reconocido que quiere ser presidente. Hasta ahora, se ocupaba de asuntos municipales e insulares, y no es un delito que no se sepa de memoria los tipos de gravámenes del IGIC. Tendrá que aprendérselos, buscar algunos asesores que le ayuden a manejar números y leyes, como hizo Patricia Hernández (que, por cierto, no acertó del todo). Mientras, no es imprescindible que hable de cosas de las que no domina. Para decir tonterías, y hablar más de la cuenta y a todas horas, ya estamos los periodistas.