Los periódicos están cargados de declaraciones y titulares escritos en latín de políticos, un lenguaje politiqués que no significa nada de nada. Y los periodistas estamos hartos del esfuerzo inútil de intentar desarmar a próceres, diputados y alcaldes, ofreciendo a los lectores algo más que citas de su argumentario. Además, cuanto más importante es el rol oficial de un político, cuanto más interés despierta por tanto su persona, más difícil es tropezarse con declaraciones que resulten de valor o interés en la literalidad de sus palabras. No suele ser frecuente que una entrevista o unas declaraciones consigan reflejar con precisión al personaje que retratan, sobre todo si ese personaje resulta ser un profesional de la representación y el despiste, es decir, un político. Hace muchos años que la política se ha atrincherado en un recurrente cinismo que ni siquiera el cinismo de oficio de los periodistas logra reventar para extraer algo que resulte útil o enjundioso para el público. Entrevistar a un político en ejercicio se convierte entonces en una suerte de calvario, un vía crucis cuyos pasos son una o dos docenas de preguntas cuyas respuestas son casi siempre la reiteración de un discurso preparado -algunas veces con ayuda de colegas y asesores- y en el que no se aporta nada de valor o interés fuera de lo estrictamente conveniente, siempre dentro de lo que resulta políticamente correcto (para el patio electoral de ese político), y con la malevolencia justa para que sea respondida por los contrarios, en ese juego tan coqueto como intrascendente de las declaraciones cruzadas, a la que los periodistas nos prestamos con aburrimiento.

Ayer escuchamos una declaración de un político que se ha especializado en los últimos meses en ir siempre más allá de lo que los demás acostumbran: el subdelegado del Gobierno en Santa Cruz de Tenerife, Guillermo Díaz Guerra, nos recordó que el control de las infraestructuras y aforos de los edificios públicos dependen de la Comunidad Autónoma y de los cabildos, y las inspecciones técnicas son competencia de los ayuntamientos. Lo hizo tras ser preguntado por las diligencias abiertas tras el derrumbe del suelo de una discoteca en Adeje, que mantiene a casi una decena de heridos hospitalizados. En realidad, no dijo nada que no fuera cierto, pero a veces -por ejemplo en esta, en el contexto de una situación de alarma, alimentada por el catastrófico derrumbe de un edificio en Los Cristianos, no hace tanto- hasta decir lo obvio puede resultar inconveniente. Díaz Guerra parece empeñado en que las cosas que dice -hable sobre forjados que colapsan o sobre el crecimiento de los "blooms" de microalgas- tengan siempre una conveniente lectura política, y señalen la divisoria de responsabilidades, siempre colocadas en el bando de enfrente. Es verdad que por lo menos no tiene papas en la boca y habla en un español que se entiende, que ya es algo. Pero debería medir lo que dice. Porque Díaz Guerra no representa como subdelegado al PP, sino al Gobierno?