El diputado de Nueva Canarias, Pedro Quevedo, ha logrado encaramarse en la discutible cima del podio de los diputados más absentistas, cuyos segundos y terceros puestos ocupan los independentistas de Bildu y el diputado Rufián, ese chico tan faltón de Esquerra Republicana. Es verdad que los de Bildu y Rufián están en el Congreso pensando en la pasta que les pagan y en el ruido que son capaces de armar, más que en otra cosa. Pero también es verdad que eso vale para cualquier otro diputado, Quevedo incluido. Nuestro hombre lleva años instalado en la diletancia, el sicalipsismo y la pose, y lo cierto es que no se ha caracterizado nunca por ser un diputado extraordinariamente atento a la actividad parlamentaria, de la que tiene probada tendencia a escaquearse. Esa tendencia, medida ahora hasta por los servicios del Congreso en el 28 por ciento de las sesiones plenarias, no es precisamente nueva. Forma parte de su larga biografía como infatigable compañero del más fatigado Román Rodríguez, desde los arcanos tiempos en que ambos renunciaron a curar hombres para dedicarse a lo que se dedican ahora.

Por eso, no es extraño que algo similar -que se escaquea mucho- le ocurra a Quevedo en la otra actividad política a la que dedica algunos ratos (por si las moscas se le agotara la primera), que es la de concejal del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, donde su absentismo también es mítico. Quevedo podría renunciar a una de sus dos ocupaciones, es un decir, para dedicarse de lleno a la otra, pero no parece que esté dispuesto a hacerlo. Y además, cuenta con la extraordinaria suerte de que a él lo de fugarse de las sesiones no le produce ninguna mala prensa: en esta última legislatura, en la que Quevedo consiguió su acta gracias a un acuerdo con los socialistas que le permitió presentarse en sus listas, en esta legislatura -digo- las matemáticas lo convirtieron en el centro de todas las miradas, y en el teórico responsable de que los precios de los vuelos interinsulares nos cuesten ahora la mitad de lo que nos costaban antes de que él y Ana Oramas apoyaran los presupuestos de 2017.

Es probable que el diputado Quevedo pueda dedicar el resto de su vida política a disfrutar de las rentas del extraordinario mérito que le supuso ser el diputado 176 en un Parlamento empatado a 175. También ha pagado el pobre hombre el precio de su entrega a Rajoy en los presupuestos de 2017 con la certeza de que no repetirá en candidaturas socialistas. Por eso ahora intentan él y los suyos acordar alguna fórmula de acercamiento a Coalición Canaria para presentar candidaturas comunes en la provincia de Las Palmas, como ya se hizo en el pasado.

Uno podría pensar que después de las cosas que dijo Quevedo sobre Coalición Canaria yendo no hace tanto empotrado en las listas del PSOE, eso de volver a fumar la pipa de la paz podría costarle cierto esfuerzo. Pero yo creo que eso no ocurrirá, no es hombre dado a hacer esfuerzos innecesarios o gratuitos. Quevedo puede no ser el diputado más currante del Congreso, pero es un gran especialista en colocarse. Ha demostrado esa habilidad suya en multitud de ocasiones.