Loli Corujo y Noemí Santana han pedido amparo a la presidenta de la Cámara regional porque Fernando Clavijo las trata con desparpajada misoginia. En realidad, de lo que se quejan la portavoz de Podemos y la socialista es de que el presidente Clavijo reitere en sus respuestas a las interpelaciones de Santana y Corujo que a Sus Señorías les falta preparación o información, comentario que -a juicio de ambas- es "micromachista". Corujo considera que el comportamiento de Clavijo "tiene componentes de misoginia" y que, "sin duda, se nota que no se siente cómodo cuando una mujer le interpela". Corujo cree que lo que le pasa a Clavijo es que no se halla cuando tiene enfrente a una o varias diputadas, que a él lo que le pone es medirse con hombres. Santana también lo tiene claro: recordó en el Parlamento que Clavijo es recurrente al tratarla a ella y a otras diputadas con un tono amonestativo y paternalista, con el que trata de dar patriarcales lecciones a las diputadas, "como si ser mujeres y jóvenes" -aquí no está claro a qué diputadas incluye- fuera sinónimo de "estar menos capacitadas, de tener poca formación".

Las dos diputadas, en fin, han decidido solicitar la mediación de la presidenta del Parlamento, para evitar que Clavijo siga ninguneándolas en los plenos, y han anunciado que si el presidente persiste en su actitud, ambas se verán en la obligación de pedir formalmente que se retracte y disculpe cada vez que las acuse de venir con la lección inaprendida.

Alguien ha recordado que de casta le viene al galgo: la exportavoz del PSOE en el Parlamento, Patricia Hernández, también se quejó del cachondeíto que se traía Clavijo con la muy cuestionada relación de doña Patricia con las cifras, a cuenta del desliz que la socialista tuvo con el PIB canario (desliz que ha convertido el PIB regional en la cifra que memoriza todo el mundo que aspira a ser concejal o a lo que sea). Clavijo le recordó entonces a la que fuera su vice durante un año de pasión montonera que su fuerte no eran los números, y ella se defendió acusándole de ser un abusador, porque Clavijo conocía, al parecer, que ella padecía discalculia, una dificultad para aprender los principios del cálculo, originada por un problema cerebral que hace más difícil el uso del sistema simbólico.

Está claro que el presidente, que va por la vida de niño bueno incapaz de matar una mosca, no es en el fondo ni tan niño ni tan bueno: unas diputadas le acusan de maltrato micromachista y otra de faltar el respeto a su minusvalía. Debe ser un bicho, el tío. Supongo que si esto sigue así, Román Rodríguez debería quejarse de que Clavijo lo desprecia y no le toma en serio, por el mero hecho de representar una minoría, o Asier Antona acusarle de ser muy cruel con los bajitos de currículo, o Casimiro Curbelo de haberle escuchado chistes sobre gomeros que resultan ofensivos para la dignidad de los isleños. Aunque seguro que Curbelo encontraría la forma de darle la vuelta al asunto y paliar su sufrimiento si a cambio saca un túnel muevo, financiación para una fábrica de almogrote ecológico, o quizá una nueva jefa de prensa con cargo a la partida de asesores de la Presidencia.

En fin, que vamos camino de un Parlamento cada vez más educado: ya no podrá decirse nada que ofenda, moleste o indisponga a nadie. Y eso estará muy bien. Podrán Sus Señorías dedicar su tiempo a sacarse un máster de buenos modales. Uno presencial.